Soy Mabel, tengo 36 años. Con mi marido llevamos doce años de casados y tenemos una hija de nueve. Siempre pensé que teníamos un matrimonio sólido y tranquilo.
Él es ingeniero, viaja por su trabajo, y yo soy contadora en una empresa. Nunca me dio motivos para desconfiar de él, ni sospechas de que me ponga los cuernos, hasta hace unas semanas, cuando mi mundo se vino abajo.
Uno de estos días, tenía su celular, quería mandarme al WhatsApp unas fotos que le sacó a nuestra hija en su feria de la escuela, y vi que tenía una notificación en el correo, abrí y era una transferencia que él hizo horas antes. Luego revisé y había más a la misma persona, una tal Abigail.
Los montos eran de G. 1.000.000, G. 2.000.000, incluso más. Sí o sí por semana. Mi marido es un tipo que saca muy bien en su trabajo, pero raramente siempre estaba muy apretado, y siempre me chuleaba con que tenía gastos extras.
Mi corazón empezó a latir más fuerte cuando vi las transferencias. Me faltaba el aire. Le revisé el WhatsApp, no había nada, pero esa noche, cuando se durmió ya, hice algo que no acostumbro hacer, saqué su celular de debajo de su almohada y tenía un mensaje en “archivados” el número guardado sin nombre, le decía “Buenas noches mi amor, te amo…” y una cantidad de palabras de amor.
Mensajes anteriores estaban borrados, pero miré el perfil de la chica, es una nena, tendrá como 22 años. No dormí ni un sueño. A la mañana siguiente, lo encaré.
Le mostré las pruebas y al principio negó. Dijo que era “una amiga” a la que estaba ayudando económicamente. Pero luego no tuvo salida porque el mensaje lo incriminaba.
Descarado
Entonces empezó a llorar y el muy descarado me dijo que se había enamorado, pero que también me amaba a mí, que estaba confundido, que no quería perder a su familia.
Le di un ultimátum: o cortaba todo con ella o me iba con nuestra hija. Me juró que iba a dejar todo, me mostró su celular mientras le mandaba un mensaje diciéndole que no podían seguir hablando.
Pasaron cinco días y, en teoría, ya no hay mensajes ni llamadas. Pero algo no me deja tranquila. No sé si hice bien, mientras tanto yo ya no tengo intimidad con él y no le dejo que me dé ni si quiera un beso ¿Qué piensa?
La respuesta: