Hola licenciado. Soy Rosa, tengo 37 años y estoy casada hace 10 años ya con mi marido Leonardo. Él tiene 45 y tenemos dos hijos juntos.
Le escribo porque ya no sé cómo hacerle entender a mi marido que la situación económica está difícil y que tenemos que priorizar las cosas importantes.
Soy mamá de una nena de 5 y un varón de 7 años, y estoy casada con un hombre que parece tener una conexión más fuerte con la cerveza que conmigo y toda su familia. Le re domina.
Desde que nos pusimos de novios, él siempre fue de tomar sus cervezas los fines de semana.
Al principio, como éramos jóvenes y sin hijos, no le daba tanta importancia porque tampoco es que es alcohólico. Era su manera de relajarse, decía siempre.
Pero ahora tenemos una familia, los gastos aumentaron, y no se da cuenta que no estamos en tiempos de lujos. Los precios están por los cielos y lo que ganamos ya no alcanza como antes, y él sigue gastando como si nada.
Temprano
Yo me levanto temprano todos los días para hacer rendir lo poco que entra a casa. Lavo ropa ajena, vendo empanadas en casa los fines de semana, hago lo que sea con tal de que no falte el desayuno para mis hijos.
Pero mientras yo me desespero viendo cómo pagar la luz o comprar un poco de carne, él aparece con su pack de cervezas cada viernes, como si fuese lo más normal del mundo.
Lo que más me duele, licenciado, es que muchas veces no tenemos ni frutas para darle a los chicos, y a mí se me parte el alma cuando me preguntan si pueden comer banana o manzana y tengo que decirles que no hay o racionarles porque debe alcanzar para el día siguiente.
Mis hijos encima están acostumbrados a comer frutas desde chiquitos. Pero él para su “vicio” siempre encuentra plata. Si le pido que me acompañe al súper o al almacén, pone mil excusas, porque no quiere soltar pues, pero si le decís que en tal lugar hay promoción de cerveza en un ratito va a estar ahí.
Ya le hablé, le supliqué, le dije que estamos ajustados, que tenemos que ahorrar. Se enoja, dice que “tampoco se va a volver loco” y que “una cerveza no es nada” que necesita esa distensión. Pero no es una. Son muchas. El lunes ya espera que sea viernes porque toma dos días de corrido.
Esta discusión ya se volvió una pelea constante. Yo me siento sola, como si yo fuera la única que piensa en el bienestar de los chicos. Me frustra que no vea que no estamos bien, que no se dé cuenta que ese gasto son como dos platos de comida menos. No sé más cómo decirle ¿Qué hago con él?
La respuesta: