Para Dulce, de 38 años, la historia de su amor con Ricardo es una mezcla de nostalgia y dudas sobre sus gustos.
Su relación se remonta a la infancia, una amistad que sirvió de base para su matrimonio.
Dulce recuerda a un Ricardo de la adolescencia, un muchacho con rizos que le caían sobre los hombros, a quien le encantaba que ella le pinte las uñas y le haga tratamientos capilares. Ya en ese entonces, la atracción de Dulce por él era un secreto a voces.
Los chicos del colegio tildaban a Ricardo de afeminado, por ser muy cuidadoso con su imagen. A pesar de las burlas, era el centro de atención de las chicas. Tuvo muchas novias, mientras Dulce se conformaba con ser “solo su amiga”.
El destino, sin embargo, tenía otros planes. Después de años de amistad, la chispa finalmente prendió en el cumpleaños número 20 de Dulce. Ricardo le pidió que fueran novios.
Los siguientes seis años fueron un sueño. Pero la vida, con sus inesperados giros, los separó cuando Ricardo aceptó un puesto gerencial en Chile, donde vivió ocho años.
El reencuentro fue inevitable. Ambos solteros, un año después de su regreso, se casaron.
Los primeros dos años de matrimonio fueron pura felicidad. Pero hace un año, la rutina de su matrimonio comenzó a cambiar.
Los constantes viajes de trabajo de Ricardo se volvieron la nueva normalidad. Al principio, Dulce no veía problemas, pero la presencia de un amigo inseparable empezó a sembrar dudas.
Ricardo lo invita a la casa en cualquier momento. Los domingos, que antes eran sagrados para la pareja, ahora se compartían con el amigo.
Incluso, el amigo se unió al equipo de pádel de Ricardo. Dulce, que siempre lo acompañaba, ahora se queda en la casa.
“Me dice que si las novias de sus amigos no van a ir, no quiere que vaya”, dijo la señora.
Dulce notaba la creciente distancia. Su tiempo de calidad se esfumaba. Hace unos días fue el cumpleaños del amigo, pasaron todo un fin de semana recorriendo relojerías, perfumerías y tiendas de ropa, buscando un regalo perfecto.
Le expresó que extraña el tiempo que pasaban a solas, pero él le dice que su amigo no tiene a nadie en Asunción. “Este muchacho tiene a su familia en Ciudad del Este y acá no tiene novia”, señaló Dulce.
La pregunta que la atormenta no es si su marido la sigue amando, sino si ahora está compartiendo ese amor. “¿Qué debo hacer? No me atrevo a preguntarle directamente si siente algo por ese amigo, en el fondo tengo miedo de su respuesta. ¿Y si hablo con el muchacho?”, pregunta Dulce.
Repuesta de la psicóloga
Dulce, gracias por contar tu bella historia. Entiendo cómo te sientes en estos momentos. Lo importante sería quitar tus dudas con tu marido, con quien corresponde hablar, no con el amigo, porque quien tiene un compromiso contigo es tu marido, no el amigo, y es importante que veas su reacción y ahí saques tus conclusiones de lo que te dice.
No puedes vivir con miedo a lo que piensas; es importante afrontar y asumir lo que debe ser, con la realidad. Puede ser que solo sea un buen amigo, que pasan tiempo juntos o no, pero solamente comunicándote, diciéndole lo que sientes, podrás estar tranquila con tu pareja.