“En estos tiempos, mi historia ya es frecuencia. Comienza con dos personas que tienen varios amigos en común, no se conocen en persona y un día, primero en Facebook y luego en WhatsApp las une.
Nunca creí en las relaciones a distancia, me parecía demasiado difícil. Soy de Coronel Oviedo y ella es de Foz de Yguazú. Tengo amigos que viven ahí porque estudian y trabajan, por lo que una vez al año sí o sí les veía.
Mi relación a distancia empezó casi sin darme cuenta. Resulta que Ara es compañera de facu de los amigos de mis amigos. En una de esas, me invitaron a ir hasta Foz para una fiesta de bienvenida a los nuevos alumnos.
En ese momento no me llamó la atención. La creencia de que el amor a distancia no existía capaz me limitó a intentar algo más, como bailar con ella o algo así. Además, rapái, toda inalcanzable, rubia, ojos claros.
Para mi sorpresa, al volver a mi ciudad, encontré una solicitud de amistad. Era Ara. Ahí me recriminé que fui flojo cuando estuve ahí.
“Soy muy inseguro”
Comenzamos a hablar todos los días. Se llegó a convertir en una necesidad recibir un mensaje de buenos días, un mensaje a la noche. Hablábamos de todo, de la vida, de música, de libros, de películas, de amor…
Un día sonó mi celular y me quedé helado. Primero desvié la llamada, pero después me animé. Hablamos hasta la madrugada. Desde entonces no puedo estar despegado del teléfono.
Hay muchos días en que siento mucho el tener que estar pendiente de su mensaje, días en que no puedo afrontar la situación, pero la verdad es que hacemos el “combo” perfecto. Siempre encuentro un mensaje de ánimo, una llamada que me hace reír, una mirada cómplice, un beso a través de una pantalla, y yo intento que la palabra distancia sea sólo eso, una palabra.
En total nos vimos apenas tres veces desde que le conocí y ya me quedé embobado luego. Trato de que no me afecte tanto, pero los celos son imposible de no sentir. En varias ocasiones sentí que me abandonaba para ir a hacer sus cosas y yo reaccionaba mal, le escribía retóxico. No dejo de pensar que puede estar haciendo cualquier cosa con otra persona y yo sin saber. Soy muy inseguro.
Lo peor es que ya hablamos de que la ñembo “relación” que tenemos, no va a avanzar más. Destinados a vernos una vez al año, con suerte. Ella no quiere venir y yo acá tengo mi trabajo, mi familia, no puedo dejar todo para irme a vivir ahí. A veces siento que ya quiero no escribirle más, pero me da mucha angustia”.
