Hola diario EXTRA, soy Betina. Soy chef en un restaurante reconocido de la ciudad. Amo mi profesión, disfruto de crear platos y sorprender a los clientes. Pero me harté de ser cocinera de mi casa, ya no quiero saber nada después de 12 horas de trabajo. Cuando nos conocimos, siempre decía que yo le atrapé “por el estómago”.
Yo, ilusionada, le preparaba sus comidas favoritas, desde guisos caseros hasta postres elaborados.
Al principio lo hacía con gusto, era mi manera de mimarlo. Pero después de años, la rutina se volvió una carga. Paso diez horas en una cocina profesional, lidiando con pedidos exigentes, y al llegar a casa lo único que quiero es sentarme y descansar.
Pero él está ahí esperándome y cuando llego ya me pregunta luego: “¿Qué vamos a comer hoy?”.
Lo peor es que él no sabe cocinar absolutamente nada. Ni un huevo frito. Es totalmente inútil en la cocina. Si yo no le preparo algo, no va a comer nada más, se va a acostar, ni huevo frito sabe hacer un poco.
Presión
Dice que mi comida es “bien casera” y que ya no puede comer nada artificial ni de la calle porque “se acostumbró” a lo mío.
Y claro, la presión siempre recae sobre mí, yo me siento culpable cuando no come algo rico o saludable o si se queda sin comer, como si fuera que es mi responsabilidad.
Muchas veces, por querer complacerlo, me levanto temprano para dejarle el almuerzo listo antes de ir al restaurante. Pero eso significa que trabajo doble: en casa y en el trabajo.
Y después, cuando estoy agotada, me agarra un pire vai tremendo y exploto contra él.
Me enojo porque siento que me toma por su cocinera personal, no por su pareja, empleada, sí que luego.
Momento de paz
Antes me encantaba verlo feliz con mis platos, ahora solo sueño con llegar a casa, tirarme en el sillón y comer algo simple, aunque sea un delivery.
¡ALGO QUE YO NO COCINE POR FAVOR! Pero para él, eso es “comida artificial” y me mira como si le estuviera envenenando.
Amo la cocina, pero también merezco un momento de paz.
No quiero que mi hogar sea una extensión del restaurante.
Y lo más irónico es que, de tanto depender de mí, ni siquiera se esfuerza por aprender.
Y sí, ya sé, yo luego tengo la culpa porque estoy actuando como la mamá de él. ¿Qué piensa de todo esto?
La respuesta