Me llamo Leticia, tengo 19 años, y viendo sus historias me animé a contar la mía. Todo comenzó hace dos meses cuando me descargué Tinder. Lo hice más por curiosidad que por otra cosa, ya que varias amigas me contaban que habían conocido chicos interesantes ahí.
Un día me apareció el perfil de un muchacho que se llamaba Pablo. Tiene 23 años, estudia Ingeniería y vive en otra ciudad, pero no tan lejos como para que no pudiéramos vernos. Sus fotos eran lindas, tenía una sonrisa dulce, y en su descripción decía que le gustaban los perros, leer y que era fan del tereré. Me cayó bien de entrada.
Hicimos match y empezamos a chatear. Al toque me di cuenta de que era distinto. No era de esos que van al grano o te tiran piropos baratos. Pablo era atento, escribía con corrección, me hacía preguntas interesantes y hasta me mandaba poemas que él mismo escribía. Me encantaba cómo me hablaba.
Me decía que yo era especial, que no encontraba chicas así todos los días, y que le gustaba cómo pensaba. Empezamos a hablar todos los días, desde que me despertaba hasta la noche. A veces hasta me dormía con el celular en la mano, con la última notificación de él.
Después de un mes de hablar así, ya sentía que me gustaba. Me ilusioné. Pensé: “Este sí es”.
Pablo vino hasta mi ciudad un sábado de tarde. Me dijo que estaba muy emocionado, que era la primera vez que viajaba para conocer a alguien y que se sentía como si fuera una cita de película. Yo también estaba nerviosa, pero más que nada emocionada.
Cuando por fin lo vi, Dios mío, no quiero parecer superficial pero no era como en las fotos. No era feo, pero no era para nada mi tipo. Me sentí mal al pensar eso, pero fue mi primera reacción. Encima cuando me saludó, su voz tampoco me gustó.
Me sonrió, me dijo cosas lindas, me trajo un chocolate y una cartita escrita a mano. Todo muy tierno, pero yo no podía dejar de pensar que no sentía nada.
Intenté disimular. Pasamos un rato caminando, fuimos a tomar algo. Él me hablaba de lo feliz que estaba, de lo mucho que me había extrañado, y yo apenas podía mirarlo a los ojos. Y llegó el momento en que me quiso besar, mamá querida, ahí no supe qué hacer, lo primero que le dije fue que era muy pronto.
Desde ese día me escribe como siempre, incluso más. Me dice que quiere volver a verme, que le gustaría formalizar algo. ¿Cómo se le dice a alguien que dejó de gustarte sin parecer cruel?
La respuesta: