Ricardo Valenzuela con el semblante aún convaleciente por un problema de salud recobra las fuerzas para las festividades de Caacupé. El novenario arranca el 28 de noviembre.
Cada domingo los fieles de Tupasy Caacupé miran una ceremonia que realiza antes de la misa, y reveló qué le pide a la Virgencita Azul.
Le toca la mano con un profundo respeto, la mira, y mentalmente reza una oración: “Bajo tu mano, mi madre, yo quiero poner todo este pueblo que viene a verte, a visitarte, a entregarte lo que tienen, sus grandes preocupaciones como también su dicha y felicidad”.
Su vocación
De joven, Ricardo se preparaba para ser médico en Corrientes, Argentina.
En una de sus prácticas forenses, estaba frente a un cadáver a quién le debían cercenar sus partes, comenzando con la cabeza.
En ese momento tuvo un dilema y preguntó ¿Por qué a estos cuerpos no se les entierran? Y recordó que sus compañeros le dijeron que eran muertos sin familias, cuerpos que no eran reclamados.
El llamado
Esa experiencia de tener frente así a muertos sin familias le tocó fuerte. Sintió que el llamado de Dios se le manifestó en un sueño. Soñó que una voz le decía: “Mirá, Ricardo, quienes curen el cuerpo tengo muchos, pero quienes curen el alma me falta”. Allí supo que su vocación era ser “pastor de ovejas”.
Tras una larga trayectoria religiosa, el aquel entonces papa Juan Pablo II (ahora santo) le ordenó como obispo y luego se le confió la capital espiritual del país con la figura mariana más importante: la Virgen de Caacupé.
Su homilía: se inspira a la medianoche
La búsqueda de la palabra correcta para la homilía es la carga más pesada, pues Valenzuela es consciente que la sociedad necesita de un guía, señaló la periodista Karina Gómez.
“En mi sueño me vienen algunas frases, me despierto a eso de las doce o la una a escribir para añadir a la homilía”, contó monseñor. Lo que más le conmueve es la devoción a la Virgen de Caacupé. Hay gente que te dice tengo que entrar de rodillas hasta la Virgen”, cuenta “y empiezan allá en la entrada, no dejan que se les ayude y van arrodillados hasta que sus rodillas sangren”. Para él es la sinceridad más clara del sacrificio de los peregrinos.