Allá por 1974, un humilde muchacho trabajaba de sol a sol como empleado ferroviario de la empresa Carlos Casado, hasta que un 18 de julio su nombre quedó marcado para todo el Chaco paraguayo.
Eulalio Sosa se llamaba ese encargado de los vagones del tren que transportaba quebrachos, tren que puso fin a su vida en un terrible accidente.
Conocido como “Gato” por sus ojos pardos, el joven resbaló y sus 23 años quedaron en esas viejas vías.
Su cuerpo destrozado por los hierros fue enterrado en Puerto Casado, pero su alma quedó en aquella ruta. En ese sitio, llamado Desvío 65, en Alto Paraguay, un precario nicho le rendía homenaje.
Desde entonces, Eulalio se convirtió en el protector de los viajeros y su amor al club Guaraní le dio origen a su nuevo nombre: Kurusu Guaraní.
“Es el abogado de los camioneros, su nicho es parada obligatoria, la gente se encomienda a él y les dejan cosas, principalmente del club de sus amores”, contó a EXTRA su hermana Tereza.
Pero el asfalto por fin llegaba a la ruta y su casita de madera tenía que ser eliminada para el avance de las obras, cosa que no agradó a los ruteros.
“Llegamos a un acuerdo con el Consorcio Corredor Bioceánica, mediante las gestiones del Ingeniero Juan Andrés Rivarola. Y los demás ingenieros gustosos se prestaron para hacerle su nuevo nicho. Mi familia y yo estamos muy agradecidos con ellos”, mencionó emocionada.
El club se portó
Pero ese no fue el único regalo para la familia de Eulalio. “Todos saben de su pasión por el Aborigen y su historia llegó a oídos de los directivos. Me dijeron que querían hacerle el nuevo nicho, pero ya era tarde. Entonces, gracias al señor José Muñoz, donaron una bandera autografiada y un cartón lleno de indumentarias de los jugadores. Cada uno puso algo, medias, camperas, botines, algo que usaron el año pasado en el torneo, detalló contentísima.
El sábado, Tere fue a inaugurar la nueva parada junto con tres de los 9 hermanos. “Fue muy emotivo, hasta le pusimos una mesita para que los que pasan puedan sentarse a tomar tereré con él”, expresó.
Ahora, Kurusu Guaraní espera en su nueva morada que sus creyentes le sigan dejando regalitos a cambio de protección en el largo camino.