Hola, diario EXTRA. La verdad que la situación por la que estoy pasando no pensé que llegaría nunca.
Soy Ángela. Me casé hace tres años con mi pareja; él tiene 40 y yo 25. En ese momento no me importó la diferencia de edad. Al contrario, pensé que estar con alguien mayor me daría estabilidad, madurez y un ambiente tranquilo para crecer, además que me encantaba cómo me trataba.
Es lindo por dentro y por fuera. Un sueño de tipo. Pero ahora siento que esa misma diferencia es lo que nos está alejando.
Con el tiempo me di cuenta de que nuestros gustos no solo son distintos: son totalmente opuestos.
Yo soy activa, sociable, me encanta salir con mis amigos, conocer lugares nuevos, disfrutar de la música, me gusta escalar cerros, todo eso.
Él sí que es todo lo contrario. Es demasiado tranquilo, para no decir aburrido. No quiere salir, no quiere acompañarme a ningún lado y, cuando insisto, siempre tiene alguna excusa: que está cansado, que no le gusta ese tipo de ambientes, que ya no está para esas cosas.
Al principio no le di importancia. Pensé que era cuestión de acostumbrarnos, de encontrar un punto medio. Pero en tres años no cambió nada. Soy yo la que deja de hacer planes para no pelearme con él, la que vuelve sola de reuniones, la que inventa excusas frente a mis amigas para justificar que no voy a ir.
Y lo peor es que cada vez que lo veo tirado en el sillón, viendo lo mismo de siempre, siento que mi tiempo se me va con él, que la juventud se me va a ir a su lado.
¿Soy una egoísta?
Más de una vez se me pasó por la cabeza separarme, y me re duele pensar en eso porque él no es una mala persona. No me trata mal, no me falta el respeto, no me hace daño directo. Pero su manera de vivir me está haciendo daño igual, solo que de forma silenciosa, tal vez si yo le igualara la edad, sería diferente, eso lo que suelo pensar.
Me pregunto si es egoísta de mi parte querer algo distinto, querer un compañero que me siga el ritmo o al menos que tenga ganas de intentarlo. También me pregunto si tal vez fui yo la que no se dio cuenta de lo importante que era la compatibilidad antes de casarse.
Él trabaja mucho, eso sí, yo dejé de trabajar porque él me dijo que no hacía falta justamente porque gana bien. ¿Qué hago? ¿Esto se conversa y se puede cambiar? ¿O estoy luchando contra algo que ya está marcado por nuestras edades, por nuestras formas de ver la vida?
La respuesta: