El rostro de su hijo de 7 años no le salía de la mente y solo le suplicaba a Dios volver a abrazarlo, mientras luchaba por llegar a la cima de un cerro para resguardarse de las olas, del frío y de los animales.
Como si fuera el protagonista de una película de drama y supervivencia, el 21 de agosto pasado Juan Andrés Rojas Casco, oriundo de Caaguazú, se preparó para un día normal de trabajo junto con Fernando y César González, y Joel Bogado, todos paraguayos que vivían en Chile y se dedicaban a pescar erizos de mar para su comercialización.
“Era el último día que teníamos que trabajar… fuimos al puerto a asegurar nuestra carga, asegurarnos todos, y después como a las 6 de la tarde salimos a zarpar hacia Punta Arena”, contó Juan Andrés en entrevista exclusiva con Monumental AM 1080.
Cuando pasó alrededor de una hora, el mar se puso bravo. Una ola grande impactó contra la embarcación en la que viajaban.
Juan recordó que estaba en la cocina haciendo videollamada con su hermano cuando todo ocurrió. “Yo ya presentía que iba a pasar algo… en un minuto sarambi oiko (hubo un desastre). El capitán, Fernando, gritó ‘agárranse porque ahí viene una ola grande’, y eso fue lo último que gritó”, recordó con tristeza.
La embarcación comenzó a hundirse. “El otro amigo, César González, empezó a agarrar trajes de buzo… ‘póngase su traje, póngase su traje que nos vamos a ir a pique’, dijo. Él hizo un video y subió a su historia de Facebook y ahí dijo ‘vamos a morir todos acá en Bahía Sea’, en la costa del océano mismo. Horrible estaba el tiempo, 130 km con lluvia, granizo. Eso nos ocurrió a las 06:50 más o menos”, indicó.
“Se hundió el barco, nosotros nos quedamos encima y ahí Fernando nos dijo ‘vamos a saltar nomás ya porque se va a pique. Vamos a tratar de nadar hacia la tierra porque se va a hundir más’, y ahí nos tiramos al agua y nos dijo para nadar hacia la tierra, que está a unos 1000 metros. Ellos estaban a 20, 30 metros de la costa ya, yo estaba más lejos. Me gritaron y yo a ellos. Esa fue la última vez que les vi, después ya se cayó la noche y todos nos separamos. Ahí no se veía nada, oscuridad completa, puras olas grandes, lluvia, viento”, rememoró.
Juan nadó durante 25 horas para salvarse. “Yo seguía nadando a la costa, pero yo no sé si nadaba hacia tierra o nadaba hacia el océano, eso yo no sé porque no veía nada, tuve que nadar 24, 25 horas para llegar a la costa”.
Al llegar, el drama continuó. “Tuve que ir mirando por dónde tengo que subir, porque si me agarraba esa ola fuerte con la piedra, ahí mismo me iba a matar… cuatro veces la ola grande me explotó, me reventó encima de la piedra y casi me mató, me rompió la parte de la boca, los dientes, la nariz… es un milagro”.
Incluso fue atacado por un animal marino: “Antes de subir fui atacado por una foca leopardo, cuando me vio eso me atacó. Yo creo que ese animal fue enviado por Dios porque eso fue lo que me dio el empujón para atropellar la tierra”, dijo.
Al estilo de Tom Hanks en la película “Náufrago”, para no morir congelado improvisó unos zapatos. “Había unos pastos secos y tuve que inventar esos pastos para mis zapatos, y otra cosa para aguantar el frío, yo tuve que orinar adentro de mi traje y para mantenerme en calor”.
Se refugió de la nieve y del mal tiempo en una cueva; su fe también le sostuvo: “Yo solo clamaba a Dios que no me deje morir, porque yo tengo un hijo de 7 años”.
Después de tres días, fue rescatado por marinos chilenos. Cuando escuchó el helicóptero hizo señas, pero no le veían, entonces bajó a la parte plana y ahí se encontró con sus colegas. “Menos mal había otros colegas míos que me estaban buscando… tuve que silbar, menos mal sabía silbar… y ahí me vieron… después de ahí llamaron otra vez a los marinos, así me rescataron”.
Pide que el Estado le escuche
Hoy, ya en recuperación, sigue pidiendo ayuda para encontrar a sus compañeros. “Aún tenemos mucha esperanza de que ellos aún están vivos, hay cuevas grandes donde pudieron haber entrado a refugiarse… mientras encuentran agua dulce, van a sobrevivir”, expresó. Y apeló al Estado: “Yo le pedí al gobierno, por favor, que nos hagan caso… que nos dé la mano para seguir en búsqueda de los compatriotas todavía… sería muy triste que los dejáramos ahí tirados como un perro o un animal así”.
Juan Andrés Rojas Casco pasó 25 días internado y aún se recupera de las lesiones: “Voy recuperándome poco a poco… menos mal no murió mi pie… así empiezo a agarrar fuerza otra vez en mi vida”.
Su súplica se cumplió y pudo volver a abrazar a su hijo, que se fue a visitarle en el hospital, en Chile. “Cuando vi a mi hijo sentí mucha alegría, demasiada alegría… eso fue un milagro que hizo conmigo… por eso yo tengo tanta fe en Dios”.