12 dic. 2024

“Mataba a los niños para pesar sus órganos”

“Desenmascarando al Ángel de la Muerte”, es el título de la última biografía de Joseph Mengele, que acaba de ser lanzada por el historiador norteamericano David G. Marwell, quien accedió a terribles documentos firmados por el médico nazi que llegó a refugiarse en el Paraguay.

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El autor accedió, por ejemplo, al formulario médico dirigido al laboratorio de las SS desde el campo de concentración de Auschwitz. La orden, del 29 de junio de 1944, era preparar cortes finos de tejido biológico para una observación en microscopio. El documento acompañaba la cabeza de un niño de 12 años.

En ese momento investigaba sobre el noma, una enfermedad que proliferaba en los niños malnutridos del campo. Ninguno de los niños “sanados” sobreviviría al campamento. Una de sus primeras investigaciones, siendo alumno universitario en Frankfurt, fue la herencia de las malformaciones de rostro, como el labio leporino. Pero sus intereses principales eran la genética, la antropología y la llamada “higiene racial”.

En el campo de concentración, Mengele seleccionaba personalmente las muestras que consideraba útiles para sus investigaciones raciales, principalmente, gemelos y enanos. Estos eran sometidos a varias pruebas y medidas. “Cuando se agotaba la investigación, a veces Mengele los mataba, para medir y pesar órganos ", según el libro.

El médico se encargaba de separar a los prisioneros que podían ser utilizados en trabajos forzosos de quienes debían ser llevados directamente a la cámara de gas: ancianos, débiles, enfermos, embarazadas y niños pequeños. En el campo de concentración, Mengele reservó un pabellón especial para hacer experimentos con los gemelos.

“Ojo azul ario”

A diferencia de otros autores, Marwell da una nueva versión sobre los intentos de los nazis de cambiar el color de ojos a las personas. Mientras los biógrafos anteriores dijeron que Mengele inyectaba tinte en los ojos de los gemelos para obtener el “azul ario”, este autor señala que “el Angel de la Muerte” y Karen Magnussen en realidad estaban tratando de averiguar si ciertas hormonas tenían la propiedad de causar cambios en el color del iris.

La pareja estaba obsesionada por la heterocromía (personas que tienen un ojo de color diferente al otro). Así investigaron a un clan de gitanos que tenía esas características y además contaba con más de un par de gemelos. Tras documentar detalladamente el árbol genealógico de cuatro pares de gemelos, los asesinó con inyecciones de cloroformo en el corazón, según el relato de Marwell, quien trabajó en la Oficina de Investigaciones Especiales (OSI, por su sigla en inglés), un órgano del Departamento de Justicia de Estados Unidos.

El jorobado y su hijo

En otra ocasión, cuando recibía a otro grupo de prisioneros que llegaban al campo de concentración, Mengele tomó interés en el caso de un jorobado, que estaba acompañado de su hijo con deformidad en el pie. Tal como ocurrió en el caso de los enanos, tras una serie de experimentos y mediciones detalladas, ambos fueron asesinados. Luego, ordenó al prisionero que hizo la autopsia que no quemara los cuerpos, sino que donara los esqueletos al Instituto Antropológico de Berlín.

Otro hecho llamativo que relata la obra dice que en 1959, viviendo en Argentina, Mengele estaba tan confiado que visitó su país de origen donde se divorció de su primera esposa, Irene, madre de su único hijo, Dorf. Y a continuación se casó con la viuda de un hermano suyo, en una maniobra planeaba por su padre para evitar la dispersión de la herencia familiar. Entonces surgió el rumor de que la justicia alemana iba por él y entonces huyó al Paraguay.

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Mengele, quien murió de un derrame cerebral a la edad de 67 años en una playa de Sao Paulo, el 7 de febrero de 1979 nunca expresó arrepentimiento por las barbaridades que hacía. La mitad del libro se dedica a relatar los efuerzos para localizar al más famoso de los nazis fugitivos, quien vivió en nuestro país, amparado por Stroesser y luego se refugió en Brasil.

“No me siento mínimamente obligado a justificarme o pedir perdón”, fue lo que escribió poco antes de morir a su hijo, asegurando que siempre actuó “por el bien del volk (pueblo y nación germánicos)”. El diario O Globo del Brasil dedica hoy un amplio artículo, escrito por el periodista Jerónimo Teixeira con la reseña del libro.