Cuando vio el pasaporte paraguayo en manos de la pasajera que se sentaba unos asientos más adelante en el avión, Thelma Martínez sintió alegría y se lo compartió a su hija.
Era esa sensación que le da a uno cuando, lejos de su terruño, encuentra a un compatriota, y sabe que es alguien que le podría dar una mano si hiciera falta.
Lo que no sabía era que unas horas más tarde, efectivamente contaría con Valeria Giménez, para asistir a un pasajero que se sintió muy mal.
Estaban en el vuelo Airbus A 380 de la aerolínea Emirates, que la semana pasada partió de Dubái con destino a Paraguay, con escala en San Pablo, Brasil.
Thelma, una doctora y multipremiada atleta fisiculturista, viajaba con su hija.
En un momento se puso a conversar con la pasajera de al lado, quien escuchó a las azafatas hablar de una situación de emergencia a bordo.
Se trataba de un pasajero oriental que tenía dificultad para respirar y otros síntomas que alertaron a la tripulación.
La médica paraguaya no dudó en levantarse y ofrecer su ayuda.
Sin embargo, había una barrera lingüística que sortear, porque el hombre solo hablaba algo de portugués, nada de inglés ni castellano.
Es ahí donde fue fundamental la traducción de Valeria, relacionista internacional.
Así lograron entender al pasajero y darle la asistencia que necesitaba.
“Me llenó de orgullo. Recordatorio poderoso de potencial y solidaridad de nuestro país, ambas protagonistas.¡Gracias, Dra. Thelma, por ser una patriota y la lección de vida!”, publicó Valeria Giménez en su cuenta de X (ex Twitter).
El rollo les felicitó a ambas por su gesto de solidaridad.
Opinión era crucial
El avión ya llevaba más de siete horas en el aire y faltaban alrededor de ocho para llegar a San Pablo, Brasil.
El capitán del vuelo y las azafatas insistían mucho en saber si el cuadro del pasajero asiático revestía gravedad o no.
“Es muy vidrioso decidir eso, porque obviamente yo no le conozco al señor, no sé qué tiene de base, por más que sea joven. No le veía mal, pero tampoco le veía muy bien. Es cuestión de mirarle por 30 o 40 minutos después de darle una medicación, y ver si se recompone, y se recompuso”, relató Thelma.
Valeria le contó, después de continuar conversando con las azafatas, que si el asunto era grave tenían que pegar la vuelta y aterrizar.
Eso iba a significar unas 15 horas de retraso para todas las personas a bordo.
“No sabía que dependía de que yo diga si era grave o no”, expresó la médica.
Comentó que varias veces ya le tocó asistir a otras personas en vuelos internacionales.
“Las veces que yo vuelo, pasa algo, algo médico, parece que atraigo esas cosas”, comentó.
Pero por sobre todo, destacó la ayuda de Valeria en esta situación particular: “Realmente, no sé cómo iba a ser la comunicación sin ella, iba a ser un desastre. Por eso yo valoro mucho el conocimiento que tenía ella en idiomas”.
Y añadió: “Cómo Dios es grande, ¿por qué yo me fijé en ella desde el inicio del vuelo con su pasaporte paraguayo y dije ‘qué gusto’, sin saber que más tarde le iba a necesitar?”, finalizó.