Una intensa conversación entre unas cuatro señoras, a bordo de un colectivo, dejó al desnudo cuál es la verdadera preocupación de los pasajeros. La charla giraba en torno a la implementación del billetaje electrónico.
Se preguntaban cuestiones básicas sobre el funcionamiento y hacían muchas bromas sobre su uso. Pero ellas no estaban en contra de la tecnología. Les parecía bien y hasta práctico, sin embargo, aseguraban que no es una herramienta primordial. Para ellas, renovar la flota es lo que urge.
“De qué me sirve pagar como chuchi con tarjeta, en un colectivo que se cae a pedazos, donde viajamos como vacas”, expresó una, en el dulce idioma guaraní. Y esa preocupación es una realidad. Ese viaje en la Línea 30 era una prueba de ello. Un micro sardina, con asientos que se tambalean de un lado a otro. Lleno hasta las estriberas.
El billetaje electrónico es importante, pero no es una solución para el pésimo servicio del transporte público. En Paraguay las soluciones son parches y el progreso es a paso de tortuga.