Por Roque Martínez
Un chofer de colectivo me observó subir con mi buzo de Olimpia a una unidad de la Línea 19. “Grande Olimpia”, saludó. “Grande, pero estamos mal”, respondí. Seguidamente dijo que me siente al lado y luego el trabajador inició un espectacular relato sobre su presencia en la final entre Olimpia y Boca Juniors por la Copa Libertadores en Buenos Aires, Argentina, en 1979. Se emocionó al recordar que los paraguayos lloraban al final del partido cuando el Decano ganó su primer torneo internacional.
“Osvaldo fue el baluarte. No hubo otro motivador como ODD, golpeaba la mesa y se metía en el vestuario. Encima, por cada victoria repartía 100 dólares a sus jugadores. El presidente de Boca, Alberto José Armando, le quiso comprar el partido para ir a Montevideo a jugar el desenlace. No aceptó y le respondió ‘la gloria no tiene precio’. Eso quedó para la historia”, expresó el hombre.
Oriundo de la ciudad de la ciudad de Pastoreo, departamento de Caaguazú, don Celfirio Frutos, de 70 años, relató que en el año 1978 viajó para trabajar en Buenos Aires, donde gestionó sus documentos en la Embajada de Paraguay para su permanencia en el país vecino y poder “laburar” tranquilo, en tiempos de la dictadura militar en Argentina.
El señor sabía toda la formación del primer equipo campeón de la Copa Libertadores del Paraguay nombrando uno por uno. Sin embargo, no se guardó palabras de elogio hacia el presidente de Olimpia, Osvaldo Domínguez Dibb y el director técnico, Luis Alberto Cubilla.
Especialmente, recordó a Jorge Guash, quien junto a Ever Hugo Almeida y Virginio Cáceres, son los únicos tres futbolistas del Paraguay con dos Libertadores ganadas. “Guash tenía 18 años en ese partido. Al entrar le barrió a uno de Boca, entró con coraje. Cubilla convenció a todos los jugadores de que se podía ganar, pero el apoyo del presidente fue fundamental”, subrayó el hombre.
Rememoró que en Asunción, el jugador Miguel Ángel Piazza metió un gol de tiro libre desde fuera del área, al recientemente fallecido arquero de Boca Juniors, Hugo Orlando Gatti y así el Franjeado prácticamente aseguró la Libertadores con un marcador favorable de 2-0. Sin embargo, Frutos aseguró que el juego en Argentina fue mucho más difícil pese al empate 0-0, en el mítico estadio “La Bombonera”, con capacidad para 45.000 personas.
“A los jugadores de Olimpia le complicaron desde su llegada al estadio tirándole huevos. Yo estuve entre los más de 4.000 paraguayos presentes. La hinchada boquense nos apedreó desde antes del partido, los policías nos rodeaban, pero igual seguimos dentro hasta el último minuto. Yo era muy fanático de Hugo Ricardo Talavera, pero nuestro arquero, Almeida, demasiado mucho atajó. Yo fui como olimpista y paraguayo. Llorábamos de alegría cuando terminó él partido”, recordó.
Apuntó que Olimpia tiene tres Copas Libertadores en su vitrina, pero la que más disfrutó fue la primera, justamente por ser la primera copa internacional de un club paraguayo. Por mi parte, le comenté de las dos Libertadores que viví, especialmente la de 2002, de la que tengo mejor recuerdo, ya que en 1990 aún era un niño.
Aseguró que Richard Báez tuvo suerte para marcar el segundo gol “entre la cabeza y el hombro” que llevaría la final a la definición a los penales entre Olimpia y Sao Caetano en ese año y que ganaría el Franjeado consagrándose campeón por tercera vez de la Libertadores. “A Mauro Caballero por la alegría le temblaban todas las piernas cuando metió el último penal”, dijo con una sonrisa pintada en su rostro.
Don Celfirio, el trotamundos
Don Celfirio no aparenta tener 70 años, a juzgar por la energía con la que habla y a la par maneja su colectivo que atraviesa desde San Lorenzo al centro de Asunción, pega la vuelta en el barrio Sajonia y regresa a la ciudad universitaria. “Hay una frase que dice ‘ganador no es aquél que gana una batalla, ganador es aquél que se cae y vuelve a levantarse’. Esa es la cuestión”, comentó ya al recordar situaciones de su vida pasada.
Frutos resultó un trotamundos, no solo vivió en Argentina al final de los 70 ‘s. Durante el viaje insultó en un perfecto inglés a otros conductores ante el intenso tráfico y señaló que en 1985 fue detrás de una señorita del Cuerpo de Paz a vivir a Houston, Texas, Estados Unidos, donde se casaron. “Ella era una voluntaria del Cuerpo de Paz, antes yo ya estudiaba un poco de inglés, también sé hablar portugués, pero soy campesino paraguayo, de la tierra de Pastoreo”, manifestó.
Posteriormente, confesó que se separó de la voluntaria del Cuerpo de Paz y luego vivió en Curitiba, Brasil, con una novia “preta” que le gustaba mucho, según comentó. “A través de ella conocí Brasil, Mayara era su nombre, una mineira hermosa. Conocí el Jardín Botánico, también conocí muchas bellas playas como Guaratuba o Matinhos. También viví en Río de Janeiro, donde pasaba mis días y tardes en sus playas”, contó.
En el ámbito laboral, confesó que a sus compañeros de trabajo no les comenta mucho sobre este tipo de situaciones porque son un tanto huraños y poco sociales. “Hay muchas expresiones que utilizan que no me gustan. Siempre me mantuve así, flaco y fuerte. No soy panzón como los demás choferes”, comentó entre risas.
Al subir, Don Celfirio me pidió que no pagara el pasaje y que íbamos a hablar. Por fortuna contaba con tiempo, entonces pasé por kilómetros el lugar dónde iba a bajar para escuchar el relato del chofer del colectivo y terminé haciendo el “redondeo” en una Línea 19 por Sajonia y el centro de Asunción.
Finalmente, reveló que en una semana deja de trabajar para esta empresa y se pasará a la Línea 5 “La Chaqueña”, porque “cuenta con más y mejores buses”, según dijo. Le deseé lo mejor, le pasé la mano y bajé del micro sobre las calles Manuel Domínguez casi México, a 8 cuadras del lugar donde inicialmente iba antes de cruzarme con Don Celfirio, quien relató una gran historia, de manera espontánea, durante casi 30 minutos de viaje.