Soy Yanina. La verdad que hay veces que no sé si reír o llorar, aguantarle a mi marido se volvió en todo un arte, principalmente por su forma de ser, su carácter, lo irritante que se pone. Cualquier cosa ya le pone nervioso. Y lo peor, lo peor, es cuando agarra el volante. Ahí sí ya me quiero bajar y venir caminando, te juro.
Desde que salimos de casa ya empieza con sus plagueos. Primero es el tráfico, luego porque el que está en frente de él se va despacio, después si que porque hay desubicados que le salen al paso. Arma todo un drama por eso. Influye muchísimo en su estado de ánimo y es para que esté de malas todo el día.
Parece que el tránsito le cambia la personalidad, se transforma. Si alguien se le cruza, ya le grita, parece luego que busca pelea. Y si otro le toca la bocina, peor todavía. Una vez hasta bajó la ventanilla y empezó a discutir con un señor, ¡en pleno semáforo! Yo ahí quería desaparecer nomás, agarrándole del brazo para que no baje del auto.
Calor
Lo que más me preocupa es que con el calor su humor empeora y ya lo pude notar en esos días de mucho calor que hizo hace unos días. Su paciencia se evapora más rápido que el agua del tereré así. Apenas subimos al auto ya empieza: “Este aire no enfría nada”, “insoportable está el tráfico”, “yo no sé cómo la gente puede ser tan inútil”. Y yo, callada, mirando por la ventana, porque si le digo algo, peor.
Una vez nomás le dije que se calme, que no vale la pena, y me salió con que “vos no entendés lo que es manejar”.
A veces pienso que su problema no es el tránsito, sino que ya está estresado por todo. Pero igual, no da. No se puede vivir así. Todos los días es pelearnos por eso. Yo ya le dije mil veces: “Mirá, te vas a enfermar, o peor, vas a meter en un problema a los dos”. Pero parece que entra por un oído y sale por el otro.
Lo que más me molesta es que después se arrepiente. Llega a casa, se baña, toma su tereré y me dice con cara de perro arrepentido: “Perdoname, mi amor, me sacó nomás el tráfico”. Y yo, cansada, sin ganas de discutir más, le digo “bueno, pero tratá de calmarte la próxima”. ¿Y sabés qué pasa al día siguiente? Lo mismo.
Ya no sé qué hacer. Pensé en decirle que vaya a terapia, pero seguro se enoja también por eso. Me da pena, porque cuando está tranquilo es un buen tipo, trabajador, cariñoso. Pero cuando se le cruza un “caradura” en el camino, ya se olvida de todo. Y es así también en otras situaciones. Pero el tráfico le supera todo ¿Qué hago?
La respuesta: