Vergüenza de la universidad pública y peligro para la sociedad. Por si no bastara con narcopolíticos, narcojueces, narcopolicías y todas las instituciones permeadas por el tráfico de drogas, hoy están investigando nada menos que a estudiantes de la UNA.
No a uno ni a dos gatos locos, sino a un consolidado esquema narco en la Facultad de Derecho. Lo más triste es que esto no le sorprende a nadie, tal vez a sus mamás.
Para egresados y antiguos estudiantes siempre fue un secreto a voces la circulación de dinero sucio para las campañas gremiales. Y la gran injerencia que un partido político tradicional tiene en esa institución no es mera coincidencia.
Hablamos de una carrera de la que deberían salir profesionales íntegros, con sentido de justicia y respeto por las leyes, luchadores por la democracia y los derechos humanos. Pero los que tenemos son un puñado de delincuentes que ocupan inmerecidamente los pupitres en los que deberían estudiar los hijos de los campesinos, obreros e indígenas, excluidos de la universidad pública.
El narcotráfico ya tiene sus raíces echadas en todas partes, están debajo de nuestros pies, pero solamente vemos la destrucción que causa el negocio cuando frente a nosotros pasa alguna vida destruida y sin esperanza.