El relato del líder boliviano –quien después de aquellos episodios ganó cuatro veces la presidencia de la República- aparece en el libro “Conversaciones con Víctor Paz Estenssoro”, de Eduardo Trigo O’Connor d’Arlach. Este historiador boliviano refiere los tiempos revoltosos de la postguerra.
Terminada la contienda, en el vecino país se sucedieron regímenes militares que llegaron al poder por la fuerza. En 1943 asumió Gualberto Villarroel, quien tres años después fue ultimado por una multitud que tomó el Palacio de Gobierno. Su cuerpo fue arrojado por un balcón y luego colgado de un farol. También mataron a su secretario y su edecán.
Paz Estenssoro, quien ocupaba el cargo de ministro de Hacienda, ya había renunciado meses antes de la revuelta y el día de la toma del Palacio estaba escondido en un entretecho y planeando entrar a la embajada paraguaya. “Eché a llorar como un niño” al enterarse que había muero el presidente, contó en el libro.
Una puerta de emergencia
Ese día, escuchó en la radio que los opositores vigilarían las embajadas para que los excercanos del presidente no pudieran entrar. Entonces se acordó de la frase que le dijo una vez el embajador paraguayo Miguel Angel Manzoni: “Si alguna vez estás apurado por entrar a la Embajada, puede usar la puerta que da a la otra calle”, según escribe la periodista María Silvia Trigo, en el diario El País de Bolivia.
La orgía de sangre siguió y tras atropellar una cárcel de donde sacaron a dos militares y o colgaron de os faroles, la muchedumbre se dirigió a la Embajada de Paraguay: También querían colgar a Paz Estenssoro.
Al acercarse la turba, Manzoni extendió en la entrada de la embajada la bandera paraguaya y llamó al Jefe de Estado mayor para advertirle que la gente se dirigía ahí y que la bandera estaba en el suelo. Le mencionó que ambos países acababan de tener una guerra y que para entrar a la embajada tendrían que pisar la bandera, “lo que provocaría una acción inmediata al ser herido el orgullo nacional”.
Tras la advertencia, el coronel David Terrazas, Jefe del Estado Mayor, fue al encuentro de la multitud que sorprendentemente a pocas cuadras de la embajada dio media vuelta y se fue por otra calle. “De ese modo, el pabellón paraguayo me salvó la vida. Así se añadió una razón más para que crezcan mi amistad y aprcio por la patria de Solano López”, afirma Paz Estenssoro en el libro.
El asesinato del presidente ocurrió el 21 de julio de 1946. Paz Estenssoro vivió varios meses en la embajada paraguaya y luego se asiló en nuestro país. Regresó a Bolivia en 1952. Falleció en el 2001, a la edad de 93 años, en Tarija, su tierra natal.