Rumilda Sandoval lleva una década vendiendo chipas en San Lorenzo. Algunas cosas cambiaron desde entonces; por ejemplo, ahora ya cobra también mediante billetera electrónica.
La trabajadora de 44 años empezó a aceptar esa forma de pago hace cuestión de un mes: “Una clienta me dijo: ‘No tengo plata pero tengo para hacerte giro’”, comentó.
En poco tiempo, se volvió común para ella recibir giros por las chipas y pan kesú que ofrece mientras recorre a pie, cada tarde, por los diferentes barrios.
Más de 200 al día
Doña Rumilda no trabaja sola, sino en equipo con su esposo, don Juan Bautista Ortellado.
Ellos viven en Caacupé y preparan sus productos a la mañana.
Él cocina las chipas del almidón y de maní, y a veces también hace butifarra. Ella se encarga de los panes de queso. Además, tienen cocido.
Almuerzan juntos y ya salen en micro con destino a la ciudad universitaria y, al bajarse, cada uno sigue su ruta.
“Por donde yo me voy era la recorrida de mi suegra, que ya falleció”, contó Rumilda.
En su canasto suele llevar alrededor de cien chipas, de 3.000 y de 5.000 guaraníes, y una veintena de pan quesú, que vende a 2.000.
Su esposo lleva otro centenar de chipas, pero de las de 5.000 guaraníes.
A veces cae la tardecita y no se van todos sus productos, entonces van hacia el centro de San Lorenzo y siguen ofreciendo. “Pero últimamente vendo todo”, destacó la guapa trabajadora.
Mediante la venta del tradicional manjar, la pareja hizo crecer a sus seis hijos. Es un trabajo que conlleva mucho sacrificio y Rumilda recuerda que a veces quería dejarlo para hacer otra cosa, pero ahora está muy contenta con cómo le va en la venta.