Ohai: David Galeano Olivera
La muerte en la concepción folklórica, tradicional, tiene un ritual diferente según se trate de un angelito, de un angel lorus o de un adulto. El primero llega hasta los 7 años de edad, el segundo refiere a los jóvenes hasta más o menos los 20 o 21 años y en el tercer grupo se incluyen a todos los que sobrepasan esa edad; es decir, adultos y ancianos.
El cuerpo del angelito -quien aún no tiene conciencia del pecado ya que es un alma pura, blanca y sin mancha y que va directo al cielo- es depositado en un ataúd (cajón) de color blanco; en tanto, al jóven se lo introduce en uno de color marrón y al adulto y al anciano en uno de color negro.
Por el angelito no se guarda luto, tampoco se debe llorar pues las lágrimas mojan sus alas y dificultan su ascenso al cielo. Por los jóvenes se guarda medio luto y por los adultos se guarda luto cerrado. Si se trata del padre o la madre, esposo o esposa, hijo o hija el luto incluso llega a los 2 años. Si se tratare de un familiar más alejado en el grado de parentesco, el luto se extiende hasta un año.
En esta materia, la tradición permanece arrinconada en las zonas rurales, en aquellas comunidades más distantes o que menos contacto tienen con las grandes ciudades.
Acerca de los nombres de la muerte en Guarani
Respecto a la muerte y su concepción en la cultura popular paraguaya conviene acotar que hay una velada costumbre de “no invocar” a la muerte. Cuanto menos usemos la palabra “mano (muerte)”, mejor. En todo caso es preferible decir “ñandereja”, “opoti”, “amóntema”, “hekovejei”, “hesa árima monéda”, “hevipéma”, “ipypyte sa’yjúma”, “itenondéma ñanderehe”, “kapútima”, “ohejáma ikuchára”, “ohóma Ñandejára pikétepe”, “okali’u”, “oñehundíma”, “osapymíma”, “ombojoja ikupy”, “ndohechavéi ipysâ guasu”, “ojehekýi”, “o?uahê i-líño ru’âme”, o bien “opurahéi himno nacional oñenoháme”, etc. Con certeza, podemos afirmar que existen más de 100 sinónimos de la palabra mano (muerte) en Guarani.
El angelito
Contrariamente a la muerte de un adulto, la de un angelito implica creencias, costumbres y prácticas diferentes. Primero que nada, el fallecimiento de un angelito, niño o niña, hasta los 7 años, tradicionalmente no se considera un hecho trágico hasta casi constituye una “bendición” de Dios, por eso no hay luto y no debe haber llanto. Conviene aclarar, a este efecto, que la criatura debe estar bautizada o cuando menos contar con el agua del socorro.
El agua del socorro corresponde a la tradición cristiana y es una especie de “bautismo (mongarai)” de urgencia que se aplica a la criatura ante la inminencia de la muerte o de algún peligro grave. Con ello, en caso de morir, ese pequeño ser humano ya no irá al infierno. Se encarga de la aplicación del agua del socorro algún laico “consagrado” y la intención es otorgar o asegurar la condición de cristiano a la criatura. Sin embargo, a esta práctica debe sobrevenir el bautismo propiamente dicho, con todas las de la ley, en alguna iglesia y de la mano de un sacerdote.
La indumentaria. Tradicionalmente, el angelito es vestido de color blanco; también el cajón debe ser de color blanco; y entre sus manos entrelazadas lleva una cruz (hecha de fibras de pindo) con una cinta o papel de color celeste si es varón o de color rosado si se tratare de una mujer y que es retirado por la madre en el cementerio y es guardado por ella en la casa a modo de amuleto o talismán (kurundu).
El angelíto purahéi (canto del angelito). Al respecto, existe una antigua costumbre aún practicada en muchos lugares del Paraguay que consiste en el “canto al angelito o angelito purahéi”, con texto en castellano y en Guarani. A continuación la transcripción del mismo según la recopilación del investigador Víctor Barrios Rojas, en su libro “Motivos populares tradicionales del Paraguay “Compuestos” – Vol 1
I
Discurso pido al cielo, pido audiencia Salomé
Aunque sentir perfecta para referir canción
En el vientre de la madre Dios o-forma imba’erâicha
Entero ñamombe’useha?uáicha el ángel oîva altar-pe
Derecho ohóne yvágape ko’ápe opyta la fama.
II
Ipopeguare la palma ojerátahina’anga
Cada instante isy he’íne paloma de mis entrañas
Incomparable tristeza opyta nde rapykuerépe
Ojehúva ne gente-kuérape, sentimiento que sucede
Pe-tomá-katu coraje ña-cumplí ha?ua conforme
III
Así por esa viveza pepytákatu gustoso
Peêkuéra los dichoso ohóvo penerendágui
O-rrogá-vo penderehe este glorioso Angelíto
Este bello Angelíto entero-ite jaikuaa
Mba’e tapépa ogueraha es una regla muy fija
IV
Oho o-gozá-vo al paraíso con contento y alegría
Ja ohóma con armonía a gozar de Dios y reino
Es cierto tu pesare ko’á?a ipyahumihína
Pehendúke mi encargue hermano, padre y madre
Perekókatu consuelo, pe-viví con más anhelo
V
Ko angaipa oikuaa mboyve al mundo subió al cielo
A pedir tu bendición katuete oúne nerendápe
Al golpe de la oración pehovasa cada el día
Ja ohóma con armonía a gozar de Dios y reino
Ha eha’âke nde isymi anitéi reime ajeno.
VI
Atenta madre querida de mi reliquia cristiana
Ko’á?a ja ndeveháma opyta che popeguare
Ha eñ-atendé-ke hese para apoderar los santos
Con firmeza ja-paga en esa masa fatiga
Pejorákatu la cinta padrino, padre o madrina
VII
Reciba madre del ángel de mis labios este versito
Y mi ignorante talento mi explicación es poquito
Oho nera’ârôvo upépe en el cielo infinito
Adiós adiós angelíto yvágape reguejýne
Oho o-rrogá-vo penderehe en el divino sacrificio
VIII
Adiós hermanos y hermana, adiós querida mamá
Adiós la honrada gente, adiós porque ya me voy
Adiós padrino, madrina, adiós mesa donde estoy
No llores madre querida, adiós porque ya me voy
La caravana y el transporte al cementario. Habitualmente, la madre carga encima de la cabeza el ataúd del angelito sobre un atado de tela (akâpyteao); y en su defecto, lo carga el padre o algún hermano o hermana mayor de 13 años. Delante -a modo de precursores- van unos niños en fila, llevando, el primero de ellos, en la mano la tapa del ataúd y detrás otro u otra porta una coronilla de flores. El cortejo se desplaza caminando. Por el camino, los parroquianos que van en vehículos o de a pié se acercan y entregan su óvolo (moneda o billete) de cualquier valor. En muchos casos, el angelito es acompañado en su tránsito al cementerio con el repicar de la campana de alguna iglesia o capilla.
Asimismo, por el angelito fallecido no se guarda luto ni medio luto. Tampoco se le reza el novenario ya que es un ser puro sin mancha de pecado original.
El refranero. Entre varios, existe un refrán que alude al angelito y dice “Ndarekói ni angelito resajopy ha?ua he’i velorio-hápe ojerrekeríva (no tengo, no dispongo, siquiera de monedas para poner sobre los ojos del angelito, dice quien es requerido en un velatorio)”. Este refrán pinta una situación hasta inconcebible o muy difícil de ocurrir pues nadie debe negar una moneda al angelito, más alla de aquellas que sirven para pagar el “peaje” de camino al cielo y que son ubicadas sobre sus ojos.
El dedo meñique del angelito sirve de amuleto (kurundu). Existe una tradición muy particular que consiste en cortarle el dedo meñique al angelito y usarlo como “abogado”. Para ese efecto, se práctica un corte preferentemente en la parte superior del brazo y se incrusta el dedito del angelito; que, hablando mal y pronto, “blindará” a su portador de todo lo malo, hasta de la muerte. Existen muchas historias o casos que cuentan que quien porta el dedito del angelito no podrá morir mientras no se le extirpe el “abogado” o sea el dedito.
2.2.3. Acerca de la muerte de los adultos
La preparación y el ataúd. Fallecido un joven, adulto o anciano se procede a la preparación del sitio que servirá de lugar de velatorio o “casa de duelo”. Los más próximos al fallecido (familiares o amigos) se encargarán de vestirlo y alojarlo en el cajón o ataúd. Todos los familiares visten de luto, las mujeres usan vestido, velo, media y calzado de color negro; lo varones también de pantalón oscuro y camisa preferentemente blanca con una cienta negra sobre el bolsillo de la camisa o alrededor del brazo izquierdo de la camisa, como signo de duelo.
Es común “velar” al fallecido por 24 horas y en la vivienda del mismo. En las zonas rurales esas viviendas reciben el nombre de “rancho culata jovái”, que en el medio poseen un espacio que separa los dos lados de la construcción y que es abierto en el frente y la parte posterior. Ese sitio es usado para recibir a las visitas y como comedor. De hecho, una mesa con varias sillas alrededor está ubicada en su centro y es allí, sobre esa mesa, donde se deposita el ataúd y se procede a “velar” al fallecido. El “lamento” o llanto es sostenido y las escenas de dolor son permanentes.
Una vez que el visitante “sintió (oñandu)” al difunto, pasa a compartir con los demás que conforman diferentes grupos. Los varones tienen la costumbre de ir al fondo, bajo alguna enramada y allí recuerdan al fallecido y cuentan chistes o chascarrillos (pukarâ) de toda laya.
En algunos lugares todavía existen las plañideras o lloronas, usualmente mujeres, vecinas o parientes del fallecido, que con gritos y llanto lamentan la “partida” del ser querido.
El vaso de agua. Esta es una práctica común, tanto en los “velorio mboriahu” como en los “velorio kate”. Se ubica debajo del cajón un vaso de agua. La gente suele decir que antes de fallecer una persona siente sed, en algunos casos efectivamente se le dio de beber y en otros no; es por eso que existe la costumbre de ponerle el mencionado vaso de agua. Otros incluso dicen que el alma del fallecido queda en dicho recipiente.
El responso. Previo al sepelio, se conduce al fallecido a alguna iglesia para el responso o misa de cuerpo presente. Allí es recibido con el repicar característico de la campana. Muchas veces esto ocurre en el mismo cementerio que dispone de un sitio especial para el efecto. Luego de esa práctica se procede a tapar el cajón y se retira de su superficie la cruz (habitualmente de bronce) que será guardada por la familia hasta después del novenario, en que -finalmente- depositarán la cruz en la tumba o el panteón del difunto.
El transporte. En las zonas rurales es común transportar el ataúd a pulso o bien en una carreta tirada por bueyes. En este último caso, la carreta no se utilizará para nada sino hasta el final del novenario y cada día en el momento del ñembo’e (rezo) también se encenderá una vela en la carreta.
El sepelio: bajo tierra y en panteones. Algunos dan “cristiana sepultura” a sus fallecidos y les construyen un nicho; sin embargo, hoy, la práctica más común en los grandes centros urbanos es la de alojarlos en panteones.
Si el difunto murió en algún accidente rutero o en el transcurso de algún viaje, existe la tradición de construirle un nicho al costado del camino, en el sitio del deceso.
El puñado de tierra. En el caso de ser sepultado, también existe la costumbre de arrojar un puñado de tierra sobre el cajón en el momento de ser descendido bajo tierra. Muchos dicen que eso significa “Estuve contigo hasta el final. Que en paz descanses”.
El novenario suele iniciarse al día siguiente del sepelio, en la casa del fallecido. El altar debe ser montado por una persona ajena a la casa, pudiendo ser un familiar o amigo. El altar nunca debe ser montado o desmontado por un miembro de la familia del difunto. Debe tener nueve gradas, cubiertas con una tela o paño de color blanco. Debe tener nueve velas (una en cada grada). En el centro, de arriba hacia abajo: una cinta negra. En la parte superior se ubican -entre otros- una cruz, un rosario, las imagen de la Virgen María (Virgen de los Dolores o la Virgen del Carmen), San Juan, Jesucristo y una foto del fallecido. Dicho altar también se ornamenta con flores de mirto, niñoasote, cala, margarita y flores de color blanco o amarillo. Luego del rezo del rosario se apagan todas las velas, menos la de la grada superior que se apagará cuando haya terminado de derretirse. El novenario es presidido por el ñembo’e’ýva quien es un “especialista” en el rezo del rosario. El último día del novenario se acostumbra hacer un karu guasu que consiste en una cena con sopa paraguaya, chipa guasu, pastel mandi’o, mbeju, chipa, aloha, caña, gasesosa, torta de miel, caramelos y dulces.
La mujer que -al momento de desmontar el altar tras la culminación del novenario- se encarga de bajar las imagenes de los santos, según la tradición, se casará poco tiempo después.
Actualmente, en los grandes centro urbanos el novenario está siendo sustituido por una misa única o cuando más por un triduo de misas.
En muchos casos es común ver en el velatorio, sepelio o en el último día del novenario a los Estacioneros o Pasioneros que son asociaciones de personas (parientes y vecinos) que interpretan “cantos lastimeros” que en Guarani se denominan purahéi asy. Originalmente, estos grupos se dedicaron a describir mediante su canto doloroso, la pasión y muerte de Jesucristo.
La primera visita al cementerio se efectúa al día siguiente de haber concludio el novenario. En esa ocasión se lleva la cruz que es ubicada en el nicho o el panteón; además se llevan flores y paños para la cruz. El día de visita a los fallecidos jóvenes, adultos y ancianos es el lunes; en tanto que el sábado está destinado a los angelitos. Asimismo, en la Semana Santa se acostumbra visitar a los difuntos el viernes santo, en horas de la mañana. Cabe recordar que el 1 de noviembre se recuerda el Día de todos los Santos (Imarangatúva ára); mientras que, el 2 de noviembre es el Día de los Difuntos (Omanóva ára – Lasánima ára).
Igualmente, debemos recordar que existen en el cancionero popular las composiciones que reciben la denominación de compuestos que son cantos populares que preferentemente relatan hechos trágicos: accidentes, asesinatos, fusilamientos, etc. Se hicieron comunes luego de la Guerra contra la Triple Alianza. En el Paraguay, dos muestras valiosas y célebres de compuestos son: “Mateo Gamarra” y “Pancha Garmendia”. Como muestra transcribimos el siguiente que fue recopilado por Víctor Barrios Rojas en su libro “Motivos populares tradicionales del Paraguay “El compuesto”.
COMPUESTO “HILARIO VARGA”
I
Atención pido señores
Atencion-mi ajerure
Tamombe’umi peême
Hilario Varga-pe ojehuva’ekue
Era un hombre servidor
Querido por su amigo
Omano’anga tristemente
Por mano de asesino
II
He’ivavoi ha’e
Oîvaha amenzado
Y supo aquel día
Va a ser asesinado
El 26 de agosto
Peteî ko’êtî jave
O?uahêma tre indivíduo
Oporandúva hese
III
Péina oî, he’i chupe
Ita’ýra o-contesta
Ha upépe osêma Varga
Okême o-saluda
Ojerure chupe permiso
Opytu’umi ha?ua
Ha he’i chupekuéra Varga
E-sencilla-katu ne renda
IV
Ha upéi omongai’u
Ha upéi omorambosa
Por no la deconfianza
Ikysekuéra oñongatuka
Ha upéicha oî hikuái
Todo el día en vigilancia
Ne’îra o?uahê la hora
La o-cumpli ha?ua la i-misión
V
Amo kuarahy oikévo
He’íma katu chupe
Jahátango nde karai
Rehechauka oréve tape
Ha upépe Varga ontendéma
La oikóva hese
Ita’ýrapema he’i
Ivaíngo ko’â mba’e
VI
Iporâvéko ñasê
Ñane familia apytégui
Ikatúmo ikuimba’e
Ha opoi ñandehegui
Ita’yrakueramimi
Osê oma’êjoa
Ndoikuaái gueteri ha’ekuéra
Itúva omanotaha
VII
Ohupytývo peteî arroyo
De nombre Kavakua’i
Sei tíro oñehendu
Hilario Varga ojejapi
Ojere upépe Mateo
Oma’êmo’â ha?ua
Pero 11 tiroteo
Hendápe o-acerta
VIII
Ojecháma yvyipiete
Aquel estero osururu
Ha upéicha o-salva la vida
Aquel mitârusu
Hilario opytáma upépe
Decidido-ma kuimba’e
24 hora haguépe
i-gente-kuéra o-recogé
IX
Okañy lo individuo
Ndaipóri ij-agarra-ha
Elegancia y sinosente
Sin amparo y sin hogar
Anivéna che amigo-kuéra
Pejuka pende rapicha
Ñandejárango ipochy
Pende-catiga-varâ
X
Hilario omanohague
Mombyrýgui jahecha
Kurusu tapepete
Tataindymi oipota
Solitario en el desierto
i-paño-mi omboveve
Oipota jaha hendápe
Ja-rogá ha?ua hese
Otro elemento relacionado a la muerte es el cuento popular o káso ñemombe’u. Ya el nombre Guarani káso ñemombe’u alude a la transmisión usualmente oral de estos cuentos. En el Paraguay existen innumerables cuentos sobre fantasmas o póra o almas en pena que rescatan una serie de patrones de conducta relacionados a los fantasmas, que son almas en pena que rondan sus ex moradas y familiares, generando temor y causando molestias; sin embargo, siempre hay algún valiente que decide encararlos, preguntándoles en Guarani: “Ndépa máva, ndépa cristiano del mundo?” logrando, con suerte, saber porqué está “penando”. Muchas veces el póra pide que se eleve una oración por él (peteî Maria-mi”); o bien pide un novenario en su nombre; o que se efectúe alguna limosna para, de esa forma, lograr su descanso en paz (pévareko apytu’únema).
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