Don Pablo, de Lambaré, acudió a a la usura para reabrir su comedor, cuando se levantó la cuarentena por el COVID-19. Era la única salida, pero a un precio alto.
“No manejo porcentajes, pero aikuaa la che jodeha” (sé que me jodió), indicó el señor.
Por un préstamo de G. 1.000.000, terminó pagando unos G. 2.000.000.
Supuestamente debía de devolver G. 1.500.000, pero los atrasos le jugaron en contra. “Todos estamos apretados. Yo pago mensual, pero otros comerciantes pagan por día o semana”, expresó.
En BCP fijó un límite de 33,18% de interés sobre el préstamo para este mes. Si sobrepasa es usura y es ilegal. Don Pablo terminó pagando el 100%.
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La mayoría cae en la trampa por la urgencia de conseguir plata. Los bancos o financieras no los aceptan porque son trabajadores informales, pero los usureros sí. “No nos pide nada, pero firmamos un papel donde figura el monto retirado y cuánto hay que pagar mensualmente. No dice nada sobre intereses por atrasos y eso”, apuntó don Pablo. Añadió que si el préstamo es grande, firman pagaré a nombre del usurero.
Ahí el tema es más jodido. Si no pagás hay terribles amenazas y muchos perdieron así vehículos, hasta casas. Como se comprobó que hacían Ramón González Daher y su hijo, en Luque.
El economista Antonio Zorz, explicó que algunas casas de créditos y financieras también caen en la usura. Una práctica ilegal que debe ser controlada por el BCP. Las empresas podrían ser multadas o quedar sin licencia. La denuncia también se puede hacer en la Fiscalía. La ley castiga la usura con hasta 10 años de cárcel.