El nombre que le dio su papá fue el augurio de lo que ella significaría para muchas personas, sobre todo en sus 30 años de labor como enfermera en distintos hospitales de Alto Paraná.
La licenciada Buena Esperanza Ayala sabía que este año se iba a jubilar, pero no cuándo exactamente, porque faltaba un documento.
En los últimos años prestó servicio en el Hospital Distrital de Minga Guazú y justo ayer, en el Día de la Enfermera, la llamaron para que fuera al Hospital Regional de Ciudad del Este.
Se le pasaron algunas cosas por la mente, como que sería trasladada para reforzar el hospital especial para casos de coronavirus.
Se llevó la sorpresa de su vida al ver a sus colegas, listos con un homenaje y su carta de jubilación en manos del director de la Décima Región Sanitaria, la jefa regional de Enfermería y el de Recursos Humanos.
“Me sentí alegre pero también un poquito triste, miti-miti, porque justamente ahora estamos frente a un personaje muy astuto (por el COVID-19), les dejo de lado a mis compañeras”, expresó.
De hecho, ella estuvo estos meses poniendo el cuerpo y entregando el corazón al recibir a cada paciente que entraba al hospital.
Recuerda con mucho cariño todo lo que anduvo por comunidades indígenas y asentamientos, haciendo desde vacunaciones hasta asistencia a partos.
A las autoridades y a la sociedad, les pide que tengan más consideración con los enfermeros y enfermeras, cuyos salarios no alcanzan para todo lo que arriesgan.