Soy Janet. Tengo 28. Aún ni empecé a armar bien mis cosas para el viaje de vacaciones que vamos a tener y ya estoy a las discusiones con mi marido. Todo por mis perros.
Este año queremos pasar una semana entera en el interior, desde Navidad hasta Año Nuevo, en la casa de unos parientes, en un lugar bien tranquilo, bien de campo.
De ahí tenemos una ruta de turismo que hacer. Mi idea era ir con Toby y Mía. Para él, el plan es perfecto solo si vamos nosotros dos “nomás”.
Estoy en la cocina, cebándome un tereré, y los miro a los dos ahí tiraditos en el piso, bien tranquilos, sin saber que su destino se está negociando como si no fueran parte de la familia.
Mi marido insiste en que no hay por qué llevarles, que es un bolonqui, que es más fácil dejarles acá en casa y pedirle a su primo que venga a mirarles cada día y darles de comer. Y yo le escucho, porque suena lógico. Pero yo nio les conozco demasiado.
Sé cómo Toby se queda frente a la puerta cuando salgo, como si contara los minutos para que vuelva.
Fiestas y bombas
Y Mía, ayna mi bebita, ella deja de comer cuando cambiamos un poquito la rutina. Imaginate si les dejamos solos una semana entera, ¡en plenas fiestas encima! con las bombas y todo.
Para mí, se van a morir de la tristeza. Y sí, capaz suena exagerado, pero yo sé lo que digo. Él, con esa poca paciencia que tiene para los animales, cada tanto me tira: ‘Janet, son perros, van a estar bien, dejate de joder’.
Y yo respiro profundo para no contestar algo que después ya no pueda retirar.
Le explico, otra vez, y otra, y otra, que para mí ellos son parte de la familia. Que no puedo nomás estar en Navidad brindando mientras pienso si estarán tristes, preguntándose por qué su mamá humana los abandonó.
Le cuento cómo Mía duerme pegadita a mí cuando estoy nerviosa, y cómo Toby me espera aunque yo haya salido diez minutos nomás. No son “solo perros”, son mis hijitos.
Yo ya me imaginé caminando con ellos por los senderos, sacándoles fotos en el arroyo, durmiendo todos juntitos escuchando el canto de las cigarras. Ese viaje también es para ellos, para que se relajen, para que disfruten un poco del campo.
Pero él sigue terco. Y yo le quiero mucho, pero a veces tiene ese corazón medio duro para los animales.
Hoy (por ayer) a la noche vamos a hablar otra vez. Capaz encuentre la manera de hacerle entender. Pero yo ya tengo decidido: Navidad y Año Nuevo sin Toby y Mía no tiene sentido porque el viaje puede esperar, pero ellos no. ¿Qué piensa?
La respuesta: