Ayer, mientras iba por el “empedrado” de la avenida General Santos caí en un agujero que hizo que luego mi auto sonara como un “sonajero”. Todavía no sé qué se averió, me lo dirá el mecánico seguro cuando lo visite. En eso recordé la gran indignación que causó la semana pasada una frase del refuerzo de Cerro Porteño, Diego Lugano, quien comentó lo que le dijeron sobre Asunción antes de venir a Paraguay.
Resulta que la gente esperaba que a su llegada, el uruguayo recitara un poema a la capital del país. Pero no, esto fue lo que dijo: “Acá tienen una frase: ‘A Asunción llorás cuando llegás, por lo feo que es y llorás cuando te vas, por el cariño de la gente, la ciudad y todo el entorno’, y puede ser así, porque me recibieron súper bien”.
Tal cual, qué puñalada de realidad. La reacción de la gente fue increíble: “Qué se cree para decir eso, que se vaya si no le gusta, Asunción es hermosa”, entre otras cosas. Y sí, Asunción tiene todo para ser hermosa, seguro lo fue alguna vez, pero hace años que nuestra querida capital es fea como le dijeron a Lugano.
Es fea porque está repleta de baches, hay basura por todas partes, las veredas están mal hechas y rotas, el tránsito es enfermizo, el informal cableado de la ANDE da miedo, los caballos estiran carretas más pesadas de lo que su cuerpo puede soportar, hay perros olvidados por todas partes, buses chatarras, cloaca, murales empapelados de propaganda proselitista, cuidacoches, limpiavidrios y la lista sigue.
Esa rabia contra el sincero futbolista debería ser para el intendente Arnaldo Samaniego que encima busca ser reelegido. Su falta de gestión hace que Asunción esté en estas condiciones, y no solo Lugano la ve así, los turistas de otros países describen a la ciudad de la misma manera.
Eso sí, la impresión que deja la gente en Paraguay es un denominador común: el paraguayo es cálido y hospitalario, nadie lo niega. Es su mayor virtud. Lugano no dejó de ver eso. Y mientras los candidatos solo lanzan versos y mentiras, el uruguayo dijo la verdad. Lo hubiese votado si se postulaba, al menos no miente. Porque aunque nos duela, Asunción, es fea.