El miedo inmoviliza, institucionalizado se transforma en una poderosa herramienta de destrucción en manos perversas. Froilán y sus séquitos emplearon este mecanismo para eternizarse en la facultad de Veterinaria y pensaron haberlo conseguido durante décadas, redoblando la apuesta en el rectorado de la Universidad Nacional de Asunción. Se valieron de todo tipo de elementos, lo que avivó el monstruo haciéndolo sentir omnipotente, perenne e impoluto.
En sus análisis, jamás imaginaron que denuncias periodísticas harían tambalear su estructura. Menos todavía que los universitarios tomarían conciencia de su fortaleza y desbaratarían su esquema de poder. Después de unos tibios primeros pasos, casi producto de los cuestionamientos mediáticos, por un silencio que aparentaba cómplice, los estudiantes de la UNA comenzaron una patriada que además de dejar lecciones para la historia, muestran la vía para construir una nueva sociedad.
La firmeza de su accionar palideció la tímida reacción de las instituciones que con sospechosa lentitud respondían a los increíbles sucesos que iban aconteciendo. La propia prensa comenzó a notar la importancia de los hechos por la contundencia con la que los jóvenes defendían sus reivindicaciones.
Peralta renunciante y con destino a la prisión, así como los funcionarios que atropellaron la UNA para eliminar documentos, es una postal impensada hace pocas horas. Los estudiantes consiguieron dar un primer gran paso.
El desafío continúa latente. La corrupción es insostenible en la universidad, aunque más importante es recobrar la calidad académica que erigió a la UNA como referente de generación de conocimiento en el Paraguay.
Seguir en este proceso de transformación, ya sin las luces de los medios, es otra realidad que se debe incorporar al proceso, que como toda gesta heroica tendrá capítulos con héroes anónimos. La principal lección es que la fórmula quedó evidenciada: vencer el miedo es el camino.