En los últimos tiempos, tanto los universitarios como los estudiantes secundarios nos dieron la clase de historia que tanta falta le hacía a este Paraguay para despertarse, y levantarse de ese conformismo que lo tiraba cada vez más abajo.
Nos sorprendíamos con la firmeza en que estos se mantuvieron movilizados en el “UNA no te calles”, y ahora en la toma de colegios, con los objetivos bien claros y una madurez absoluta priorizando el futuro del país; y nos sorprendíamos aún más siendo testigos de cada uno de sus logros. Lo mismo nos pasó con las movilizaciones de campesinos y de cooperativistas, que no bajaron los brazos hasta volver conformes con algún acuerdo, que también lograron conseguir.
Igualmente, la injusticia está saliendo de lo común. Ya no nos callamos, ni tenemos miedo de denunciar a quienes corrompen el bienestar de los nuestros. Estamos hartos de todo, salimos a las calles, formamos organizaciones, y hasta “comisiones garrote”.
Acontecimientos similares nos invita a detenernos un poco a dimensionar cómo las circunstancias nos unen a los paraguayos para cambiar el rumbo, ese nuevo rumbo que nos prometieron y no están cumpliendo.
El nuevo rumbo de Horacio Cartes nos dirige hacia el camino equivocado. Paraguay debe funcionar con un Estado más abierto, que esté al servicio de los ciudadanos, que sea trasparente, que no esté ajeno a rendirnos cuenta, y que responda a las necesidades de todos.
Definitivamente la tarea no es sencilla, y depende de nosotros forzarla. Acabemos con ese esquema que nos maltrata, con esa política que se metió en nosotros haciéndonos creer que es normal beneficiarse del resto a través del amiguismo, la corrupción, o cualquier parentesco político.
Si queremos avanzar para salir del subdesarrollo, sustituyamos los viejos esquemas por la unidad. La capacidad de la sociedad por percibir un futuro mejor debe reforzarse con la colaboración de todos, dejando a un lado la fantasía, y la espera de algún milagro.