
Hoy quiero hablar de Larry. Sé que no lo conocés, pero te voy a contar su historia.
Hay veces en la vida en las que podemos decir las palabras más lindas, pero no lograrán contener el dolor de una pérdida. Y es que así concebimos a la muerte nosotros, los mortales. Evitamos hablar de ella cuando es la única verdad irrefutable, es lo único que sabemos con certeza que va a suceder y aunque llegue, tarde o temprano, nunca estamos preparados. Aun así sería imposible intentar consolar a una madre, a un padre, a una familia que no encuentra explicación cuando el dolor es insoportable.
Larry tenía 24 años y muchos amigos. Su despedida, en medio del dolor, dejó escapar cierta ternura en un barrio marcado por la criminalidad y estigmatizado por la violencia. No siempre es así.
En la Chacarita conviven dos mundos paralelos. Uno que conocemos y el otro el de la gente trabajadora, solidaria, capaz de conmoverse ante lo irreparable. Larry logró dejar al descubierto ese otro barrio que lo despidió como él hubiese querido.
En Paraguay cerca de 10 mil personas sufren de cáncer por año dejando miles de vidas y familias desconsoladas. En América Latina y el Caribe se estima que para el 2030 se diagnosticarán casi dos millones de casos de cáncer y más de un millón de muertes tendrán lugar cada año. Para el 2025, se espera que el número de casos nuevos de cáncer a nivel mundial aumente por encima del 63%, sobre todo en países de Latinoamérica.
No es poca cosa y aunque muchos logran sobrevivir, esta enfermedad seguirá enlutando a miles de familias. A Larry, como a otras tantas personas que conozco, no le dio mucho tiempo.
Quizás esta historia te pase de lejos, pero esta terrible enfermedad vive entre nosotros. Esa es nuestra realidad y dar el primer paso puede ser crucial en esta guerra. Larry ya no sufre. “La gente solo muere cuando es olvidada” y a Larry no lo vamos a olvidar.
Q.E.P.D.