Dos atentados en casi 24 horas conmocionaron al país y revelaron un nuevo movimiento geopolítico del narcotráfico. El candidato liberal a la intendencia de Yuty, Nelson Vera Villar, del PLRA, era atacado. Salió ileso, pero un guardia y dos mujeres que viajaban con él resultaron heridos. Su vehículo fue literalmente rociado a balazos.
No dejaba de ser noticia cuando sicarios asesinaban al empresario Galo Ramón Cardozo, en un camino vecinal de Yvatí. Hay sospechosos. Lo que no hay son detenidos. Si los atentados hubiesen sido en otro lugar quizás hubiesen pasado desapercibidos. Sucedieron en Caazapá, una zona relativamente tranquila donde sí abundan denuncias de rollotráfico y tráfico de ganado.
Pero la zona brinda ciertas características ideales al narco. Caazapá está en un punto estratégico. Lo reconoce incluso el propio ministro de la Senad, Luis Rojas. Se encuentra en un punto intermedio entre las zonas de producción de marihuana y los nuevos mercados. Sin embargo la zona es vulnerable para grupos mafiosos que extienden sus tentáculos y mueven fortunas incalculables.
Casi al mismo tiempo, en San Lorenzo, la Senad detenía a una pareja de microtraficantes e incautaba 3 kilos de marihuana. Pequeños, pero no menos perjudiciales, distribuidores de drogas. Hace un tiempo la Senad hablaba de una estrategia contra el pequeño tráfico que inunda los barrios y sume a los jóvenes en la violencia. Uno puede entender que atacar poderosas estructuras es una tarea difícil, pero los grandes productores siguen acosando a jóvenes y no tan jóvenes.
Me parece que es como con el contrabando. Se ataca al que vende aceite y jabón en la calle mientras miles de camiones surten a grandes empresarios. Una de cal y otra de arena. Así vamos tapando al difunto