Muchas veces el famoso “luchar por amor” equivale tristemente a “luchar contra el amor propio”.
Ninguna relación es un camino de rosas. La vida impone duros momentos, las personas cambian, evolucionan, aprenden, superan pruebas, fracasan o triunfan, en definitiva… viven.
Las relaciones de pareja exigen un delicado equilibrio entre el dar y el recibir. Devuelva siempre un poco más de lo bueno, y también un poco menos de lo malo. Si no hay manera de alcanzar el equilibrio entre el dar y el recibir, lo sano es cambiar de camino.
Actuar y luchar desde el amor por una relación significativa en nuestras vidas, implica dar la mejor versión de nosotros mismos con la única intención de honrar el sentimiento que el otro ha inspirado en nuestra existencia. Significa darnos al otro sin por ello perdernos a nosotros mismos; es proponer diálogo, acuerdos nuevos, muestras de afecto honestas que reiteren lo que sentimos y lo que deseamos.
Podemos luchar por superar una crisis económica, luchar por curarnos de una enfermedad, luchar por un hijo descarriado, luchar para adaptarnos a nuevas etapas, por superar problemas puntuales, por lidiar con factores externos… pero nunca, nunca, luchemos para que nos amen.