
La desilusión es una constante de la cual no podemos terminar de sanar. Los entendidos dicen que lleva mucho tiempo construir una sociedad diferente cuando esta fue tan golpeada por la corrupción, pero lo que nunca nos dijeron es cuánto es mucho.
Da la sensación que en nuestro caso todavía hay varias generaciones que tienen que pasar para que la mentalidad empiece a cambiar. Aunque haya algunos avances importantes parece ser que la corrupción sigue ganando el partido.
Pasaron 27 años desde la caída de la dictadura, pero la prebenda, el amiguismo, el “peichante”, el “decile que sos recomendado de”, siguen tan campantes. Cuando Cartes compitió por la presidencia todos, pensaron que iba a ser un presidente diferente. Así como quienes votaron por Lugo, para tumbar a los colorados y se decepcionaron del exobispo hasta dejarlo solo. “Es un empresario que ya tiene mucha plata y no va a robar ni dejar que se robe”, decían optimistas.
Otros incluso, iban un poco más lejos y soberbios festejaban el cambio, cuando se anunciaba una separación de las estructuras político partidarias tradicionales que nos desangraron por tanto tiempo. Hoy escuchar a Cándido Aguilera, el colorado que nos representa diplomáticamente en Panamá, decir a sus correligionarios que “aprovechen que el Senador Pipo Alfonso se lleva bien con el papá Guasu”, refiriéndose a Horacio Cartes es una patada en las bolas.
No se habla de méritos, no se habla de capacidad, se habla solo de responder a un caudillo para que este toque la tecla indicada para seguir mamando del Estado como lo hicieron por años los colorados, como lo hicieron los que llegaron con Lugo, como lo hizo el Partido Liberal con Franco.
Lo peor es que nos quieren tomar por tontos y hasta nos quieren hacer creer que Jiménez Gaona no está lucrando en Obras Públicas, no sabían de los narcos con privilegios en Tacumbú cuando ellos mismos inauguraban sus lujos y que son diferentes.
¡A papá mono con banana de plástico! Son más de lo mismo, no nos jodan.