
Cayo Sila Godoy llegó a empeñar su guitarra. Efrén Echeverría vendió ahora la suya. La Kachorra y Camarasa facturan millones en sus presentaciones porque a loperro le gusta su “arte”. Se viene un nuevo ciclo del “Baila Conmigo”... Definitivamente, algo no hicimos bien.
Si Kamba’i fuese cumbiero, probablemente no se vería obligado a sacrificar una de sus más preciadas joyas para comprar medicamentos. Copiar cumbias villeras le hubiera hecho ganar una fortuna. Hasta hubiera podido armar su propia productora de música tropical.
Pero no. Don Efrén decidió convertirse en un verdadero artista y emprender el camino de la creación musical para ganarse la vida. Se dio cuenta de que Dios le regaló un don para que de sus dedos brotaran genuinas obras de arte y geniales rasguidos. Sabía que a la larga todo eso no le haría forrarse de plata, porque en él siempre primó el verdadero amor a la música y no el afán de lucrar.
Hoy, entonar frases como “Sos mi único amor, mi botella de alcohol, el papelito de este porrro que voy a fumanchar” te hace saltar a la fama, te hace meter al público en el bolsillo, te hace sentir un dios y a no depender de una pensión graciable del Estado. Acá no se trata de satanizar la cumbia ni de dar la espalda a los artistas internacionales que llenan estadios o hipódromos. Acá el tema está en no hundir en el olvido a nuestros cultores.
Mérito hicieron como para recibir una tajada de la torta. Lo que pasa es que nos gusta enlodarnos en el fango de la mediocridad. Lo vulgar le hace 6-0 a la música paraguaya, comercialmente hablando. Claro, la cachaca divierte, todos la bailamos. La música paraguaya reconforta el alma y alimenta el corazón con lo genuino de nuestra tierra. Indigna saber que un músico de la talla del “negrito”, que dio vida al pícaro cacareo de esa gallina, haya recurrido a la subasta de su fiel compañera porque está sumido en el abandono.
Hoy más que nunca “las palmas de todos los negros” deben ir para don Efrén, un auténtico tesoro viviente. Ya tú sabes.