
El sector de la seguridad privada se puso en la mira tras varias denuncias por incumplimiento de disposiciones laborales. Desde hace mucho tiempo, varios empleados de distintas empresas de seguridad vienen denunciando, incluso, abusos de los empleadores, que a veces hasta atentan contra su propia integridad.
Es bien sabida las malas condiciones en las que deben trabajar para llevar el pan de cada día a sus casas. Muchos se animaron a denunciar, después de que saliera a luz el fallecimiento de un guardia durante un asalto a un supermercado, y el caso de otro que se desmayó en la puerta de un centro comercial por estar pasando hambre al no cobrar su salario.
Estos no son los únicos casos. Muchos de ellos callan por miedo a perder ese empleo que apenas les ayuda a sobrevivir.
Además, del ambiente con nulas comodidades en el que generalmente están, deben trabajar durante extensas horas que, con frecuencia se alargan de acuerdo al relevo del personal, y sin días ni horas de descanso, debiendo reportarse constantemente bajo la amenaza que de incumplir con lo establecido, serán multados.
A veces, no tienen tiempo ni para comer e ir al baño, ya que eso significaría más descuentos al sueldo que ni siquiera llega al mínimo.
Una noche de navidad me tocó conocer a un guardia de seguridad que estaba de guardia hacía tres días. Nunca voy a olvidar su mirada melancólica echando de menos a sus hijos.
La mayoría ni siquiera cuenta con la indumentaria necesaria para el cumplimiento de su trabajo, y mucho menos equipos de protección, como chalecos antibalas. Y ya es un lujo pensar que cuentan con seguros médicos. Y todo esto dentro de lo que implica su trabajo, su persona como responsable de la seguridad que ellos no tienen.
Lo peor de todo, es que se sienten atados de manos y pies, ya que son muchos los casos que han sufrido represalias. Es sabido, y el Ministerio de Trabajo bien gracias.