Amor libre, amigos con derecho, relaciones casuales o conquistas fugaces son parte del variado menú de romances presentes en la sociedad actual. Plano en que el matrimonio ha sido desplazado por los divorcios y la soltería; aquella en que el amor comparte escenario con obsesiones, caprichos y arrebatos característicos de quienes creen estar enamorados, pero en el fondo solo sienten ese deseo antojadizo de querer estar con alguien a toda costa. A muchos, sencillamente, el matrimonio les da miedo. De este temor se contagia también el noviazgo, que resulta demasiado formal para quienes prefieren la provisionalidad, el vivir en el presente sin atarse explícitamente a un proyecto de largo recorrido.
El miedo al compromiso encuentra un aliado en la dificultad para encontrar un empleo estable, hallar una vivienda razonable o, en síntesis, un horizonte despejado. Quizá el verdadero problema sea que, como sociedad, hemos elevado demasiado las expectativas o hemos perdido confianza en la fuerza del amor.