A los estudiantes se les van a acabar las miradas masivas de aprobación y los “me gusta” compulsivos de las redes sociales, ya casi no van a recibir entrevistas cordiales y los que antes les maquillaban, ahora les van a blandir leyes, estatutos y reglamentos. Es parte de los roles asumidos en la sociedad y no hay que asombrarse demasiado.
Van a empezar a ver entre ellos “infiltrados” y sin dudar le pondrán el afrentoso sello de “politizada” a toda la reivindicación. Como si no hubiese sido el Partido Colorado el principal responsable de la partidización de la UNA y como si no hubiesen sido los intendentes, gobernadores y concejales de los más variados signos políticos los encargados de mal utilizar los fondos para la mejora educativa en colegios y escuelas.
Todo eso ocurrirá porque finalmente, más allá de las cuestiones educativas que los jóvenes intentan cambiar, los sectores conservadores no pueden dejar de sentir que les están moviendo las sillas y si algo no quieren los reaccionarios es eso, que les toquen, que les rocen o que les miren con desconfianza.
Mientras sea en el Rectorado o en la Plaza Italia, pues aplaudirán, cuando noten que la intención es cambiar en serio, ya no será tan simpático y no duden que aparecerán, como suele acontecer, los atentos agentes fiscales para inaugura carpetas e investigaciones.
Por eso es importante que recuerden que la Constitución Nacional, con la que les van a amenazar, los protege ampliamente, desde la tan temida “democracia participativa” que consagra, hasta el gran compromiso que asume al llamar a este lugar en el que vivimos un “estado social de derecho”.
Es más, la propia Constitución viene con sus mecanismos de autodestrucción, ya que las cosas pueden cambiar cuando se tratan de construcciones culturales, como lo es por ejemplo el estatuto de la UNA, por el que van los universitarios y en el que ojalá puedan lograr una nueva fundación donde la política solo sea educativa y nunca más partidizada.