La linda frase que sirve de título es de la intendente de Ciudad del Este, quien solicitó a los policías que, en ocasión de la visita papal, no “molesten” a los turistas con las coimas, para dejar una buena imagen. Dejando de lado la preocupación marketinera de la funcionaria, es lamentable como nos acostumbramos a que las cosas estén mal, las damos como un hecho y como algo que no cambiará. No es raro que un político mencione de otro colega una larga lista de delitos, sin que nadie se inmute, y sin que el afectado haga una denuncia para proteger su buen nombre.... a nadie le importa.
El “no coimeen que viene el Papa” debería ser un meme, una canción y hasta un himno; lo “cierto y lo concreto” (la muletilla actual de los periodistas deportivos) es que todos lo sabemos, pero los que algo pueden hacer, no lo hacen por infinidad de razones. En tiempos de descreímiento total, los discursos de los políticos son más una pieza de oratoria más o menos imperfecta (normalmente están más cerca de la imperfección) que una enumeración de ideas y propósitos creíbles.
Mi amigo Mariano, el columnista de ayer, hablaba de “santo maquillaje”; creo que en esto tiempos ya no hay maquillaje que valga. Cualquier cosa que pase, en segundos está en la otra punta del mundo. Las calles sin pozos, las veredas y edificios pintados, los bonitos discursos que escucharemos, el magnífico retablo, las buenas intenciones, las promesas, se irán diluyendo la próxima semana, todo volverá a ser como antes. Las palabras, palabras son, y si no se hacen acción y carne, de poco valen.
La semana que viene, o quizás la otra, volveremos a nuestro ritmo diario; nuestras aureolas de santidad se irán diluyendo y veremos en los diarios otra vez los asaltos, crímenes y violaciones habituales, las metidas de mano en la lata; hablaremos del fútbol y sus chanchullos, de las modelos y sus nuevas lolas, de algún niño desnutrido en un perdido hospital.
No esperarán que Francisco arregle esto... ¿verdad?