En una semana vamos a estar en medio de la máxima locura del Papa Tour Paraguay 2015, la visita de Francisco sucederá en un clima muy distinto a aquella presencia en Paraguay de Juan Pablo II. El país cambió demasiado, en el 1988 la libertad de expresión era casi utópica y quienes se animaban a romper la censura, sabían lo que les esperaba. El mundo también ha cambiado sobre todo en cuanto a la información y a los infinitos datos que circulan en libertad.
Juan Pablo II no pudo ir a Concepción, según refieren los artículos periodísticos de la fecha, el Gobierno de Stroessner no quería y dijeron que no había accesos, excusas. También quisieron truncar el encuentro con los “constructores de la sociedad”, pero el Vaticano se impuso y en el lugar que antes llamábamos Consejo Nacional de Deportes se realizó el acto donde unas 3.000 personas escuchaban a Juan Pablo II decir “no será posible hablar de verdadera libertad, y menos aún de democracia, donde no exista la participación real de todos los ciudadanos en poder tomar las grandes decisiones que afectan a la vida y al futuro de la nación”.
Hace 27 años no solo que no disponíamos de internet, ni siquiera teníamos beepers, la comunicación internacional telefónica era cara e insegura, aún se enviaban télex, igual Juan Pablo II sabía perfectamente donde estaba parado.
Esta locura casi de cenicienta que intenta ponernos impecables para el baile, deja la incómoda sensación de ser la presentación de un cuento que no narrará nuestra realidad y podemos caer en ridículo.
Desde el ’88 a esta parte mejoramos en muchas cosas, una de ellas, tiene que ver con la información, por eso el papa Francisco también sabrá y de primera mano los problemas que tenemos, por ejemplo, en cuanto pobreza y desigualdad. El sol no se podía tapar con un dedo en el stronismo, tampoco ahora en la democracia, que se haga el mejor esfuerzo en mostrarnos de la mejor manera, pero no intentemos tapar la verdad