La de ayer fue una jornada inolvidable: unas horas de tormenta nos recordaron que somos nada, lo expuestos que estamos a la naturaleza y nuestra dependencia absoluta de la tecnología.
La situación fue caótica: puentes que se cayeron (otra vez), calles inundadas (como siempre), árboles caídos (como es cada vez más frecuente), columnas y cables por el suelo, calles destrozadas.
Es notorio que lejos de mejorar, en cada tormenta la situación empeora y, como había recomendado aquel ministro del Interior, “solo nos queda rezar y pedir por nuestra seguridad”.
Entre las muchas fotos que se vieron ayer, una me llamó particularmente la atención: el frente del último shopping inaugurado y en la calle, autos con el agua a media altura. El contraste vivo en una ciudad en la que cada vez se marcan más las diferencias, entre la pujanza del dinero sin medida y las carencias que nos llevan al hundimiento (diferencias que a su vez, son reflejo de las cada vez mayores distancias entre el bolsillo del pobre y el rico).
Días como el de ayer nos hace recordar lo poca cosa que somos”
Realmente si hoy una tormenta te agarra en la calle, no hay lugar seguro: se caen árboles, techos y columnas y si la calle donde estás es “visitada” por el agua, solo la suerte podrá salvarte.
Para darle una nota de color, la caída de WhatsApp generó aún más problemas a los que lo usamos como herramienta de trabajo. En un principio pensé que se debía a un problema local (quizás sensibilizado por algún problemita mío con una famosa telefónica) pero luego me enteré que fue mundial.
San WhatsApp cayó en todo el mundo y allá todos volvimos a llamar, a “facebookear” y los más ansiosos a descargar otras aplicaciones.
Increíblemente, cuando estamos a 3 o 4 años de poner los pies en Marte (según lo dijo Trump) y a un año del trasplante de cabeza en humanos (según lo afirmó un especialista italiano) días como el de ayer nos hace recordar lo poca cosa que somos y lo frágiles que somos sin nuestros inventos.
Cerca del cielo, pero viviendo un infierno diario.
Y a un paso que Kim Jong o Donald aprieten “el” botón...