El retorno de Mario Ferreiro a la competencia política reactiva la reflexión sobre la videopolítica, una expresión postmodernista que estudia los fenómenos vinculados con el ejercicio de la política desde los medios de comunicación.
La videopolítica ha impuesto a la clase política un problema típicamente industrial, ya no son las propuestas y las ideas lo más importante, sino la popularidad. Con la popularidad incorporada (en el caso de las estrellas de la televisión) se tiene la mitad del camino hecho.
Para la videopolítica en esta etapa no son tan importantes los operadores políticos sino una fauna especial de ghostwriters , speechwriters, sloganeers, phrasemakers, wordsmith, magos de la imagen, sound-bytes que tratarán que en los labios del presentador de noticias o animador de shows (sea cual fuera el caso) se lea la expresión: soy más confiable.
Los outsiders son apenas una tímida expresión frente a los star-candidates o por lo menos éstos últimos son los primeros en el estado ideal a los efectos electorales. Si no, pregunten por Peña Nieto.
Queda por preguntarse en qué medida la poderosa corporación de medios que ocupa a Mario Ferreiro buscará tomar parte de la competencia política como patrocinante de esta experiencia.