15 dic. 2024

Las damas “caballerosas”

@gabi_zbaez @gabi_zbaez

El colectivo iba repleto, tanto que debíamos pegar los brazos al cuerpo para dar lugar a la gente que seguía subiendo. Era un día caluroso y todos querían viajar en ese micro con aire, para echar abajo la idea de que, por tener un servicio diferencial, uno puede ir cómodamente sentado.

Yo fui una de las afortunadas que consiguió asiento cuando una joven se bajó. En un semáforo, subió una señora que tenía cierta dificultad para caminar. Sus ojos transmitieron cierta decepción al ver que no había ni un solo lugar para sentarse; entonces, decidí cederle el mío. “Gracias, mi hija, todavía quedan mujeres ‘caballerosas’”, me dijo, y esa frase, definitivamente, me causó gracia. Sin embargo, después me hizo pensar.

Había como cuatro “caballeros” sentados alrededor, ninguno miró si quiera a la señora que no podía mantenerse parada. Se resistían a la idea de despegar la parte trasera de su cuerpito incrustado en el asiento, defendiendo ese “trono” pasajero. Más adelante, subió otra señora, ya mayor, y se repitió lo mismo: los caballeros miraron para otro lado y se hicieron los desentendidos; entonces, una dama se levantó y cedió su lugar a la abuela. Con eso me quedó muy claro que los “caballeros” cambiaron con el tiempo.

Caballerosidad es un término que se aplica al varón, pero aquella señora me dio una lección: son mayoría las damas “caballerosas” que hacen un esfuerzo por ayudar a los más vulnerables. Esta cualidad, que ya no es propia del hombre, va ganando terreno entre ellas.

“Yo pagué mi pasaje, tengo derecho a sentarme”, dijo una vez un amigo mío. Tiene razón, nadie le obliga a ceder su asiento, solo se trata de ser amables. La amabilidad no es una ley, es simplemente, una virtud que desnuda la esencia del ser humano, pero te hace crecer como persona. Por ser amable no se te paga, quizás hasta tengas que pasar alguna incomodidad, como viajar parado en un micro lleno, pero acordate de que toda buena obra vuelve; ¿alguna prueba de lo que digo?, la señora a la que di mi asiento, cuando iba a bajarse, se levantó, me buscó entre la gente y me lo devolvió.