
Más o menos a las 18 horas del viernes iba en taxi cruzando importantes avenidas de la capital, y algo raro pasaba. A medida que avanzábamos el tráfico empeoraba y la espera para continuar se hacía eterna. Entre bocinazos, todos ya perdían la paciencia, sin saber que había una larga fila de vehículos desde la zona de la avenida Artigas, en donde de forma improvisada clausuraron el tramo. Todo eso sin ningún tipo de comunicación, y mucho menos señalización de desvíos.
El problema era un puente con fisuras que amenazaba con derrumbarse. Como siempre, para tomar medidas sobre esta situación, todos tuvieron que estar al límite. La clausura se dio ahora, cuando el puente ya está al borde del colapso y cuando ya soportó años de estar en malas condiciones.
La Policía Municipal brilló por su ausencia en plena hora pico, y fueron los propios conductores los que tuvieron que organizarse. Por supuesto que ante la queja colectiva empezaron a movilizarse presumiendo todas sus coberturas a través de las redes sociales.
Claro, que no se pierda la costumbre de ser institucionalista. Ahora esta avenida, una de las más importantes de Asunción, quedará en estas condiciones al menos por 4 meses, y nuevamente nos quedamos con la incertidumbre de cómo se va a organizar el flujo vehicular.
Bastante experiencia ya tenemos con estas alternativas. En la majestuosa obra del superviaducto, no solo colapsa el flujo vehicular en la calzada habilitada, sino que el plan de desvíos alternativos es un completo fracaso. Calles con enormes cráteres, colapsados de agua servida, y basura estancada, es la opción. El lujo del Club Internacional de Tenis está rodeado de inmundicia, y esas son las calles habilitadas irresponsablemente como alternativa; y ya no tienen vergüenza.
Uno de los desvíos es una calle que bordea nada más ni nada menos que Ivesur. Ya es de caraduras exigir una inspección técnica óptima. Como dicen los vecinos, ojalá Cartes pasara por esta odisea.