
El Paraguay es uno de los países más pequeños de la región y uno de los que menos habitantes tiene. La razón, la lógica y los números nos indican que los paraguayos deberíamos estar unidos en pos del progreso, sin embargo, siempre estamos viviendo estúpidas rencillas y nunca podemos congeniar para llevar a cabo un proyecto que beneficie a la mayoría.
El fanatismo extremo es uno de los problemas sociales más antiguos y vigentes que tenemos en nuestro país, que nos divide con peleas tontas y nos hunde de a poco en el atraso, convirtiéndonos en un pueblo arcaico en el cual los habitantes vivimos peleados.
La diversidad de ideas y opiniones son propias de la democracia y de un pueblo libre, pero para sacar adelante un proyecto es necesario ponernos de acuerdo, para desarrollarnos como familia, grupo o nación en alguna idea u oportunidad que favorezca de alguna manera a todos.
Colorados contra liberales, izquierdistas contra derechistas, etc, etc, son algunas de las tantas banales disputas que no llevan a nada bueno, a nadie. Por supuesto, en cada debate en cualquier ámbito no puede faltar el contrera, ese personaje que viene a echar por tierra cualquier idea, simplemente, para hacer la contra.
Estas nefastas personas tienen dos características bien notorias: nunca aportan nada y les encanta destruir los proyectos de los demás. El fanatismo ciego y los contreras siempre influyen negativamente y generan división.
Es vital que en las decisiones o debates siempre prevalezca la razón sobre estos viejos vicios. Analizar los hechos detenidamente usando la cabeza por encima de las creencias y convicciones. Además, no tener en cuenta las radicales opiniones de los contreras, o por lo menos pedirles soluciones y no más problemas.
Si no aprendemos a ponernos de acuerdo con las personas que nos rodean usando la razón estaremos condenados al atraso, que genera la división de los habitantes del país.