Mamerto Menapace, monje benedictino del monasterio Los Toldos, de Buenos Aires, es autor de varias obras que combinan el sano humor con la filosofía.
Cuenta -en uno de sus relatos- que una ranita que moraba en un barrio pobre, pegado a las vías del tren, estaba cansada de ver calles desaliñadas, llenas de charcos, empedrados deshechos, y, ante ello, decidió migrar mas allá de las vías. Trepó al terraplén que las sostenía allá arriba. Al estar en lo más alto la ranita vió un barrio nuevo, con sus calles, vistas desde esa posición, estaban bien delineadas, no se veían charcos ni baches.
El detalle era que –como las ranas tienen los ojos para atrás- en realidad lo que veía era su propio barrio y se enamoró de su entorno, mirándolo desde otro enfoque.
Muchas veces chapoteando en el charco de la realidad no tomamos distancia de los problemas y nos pasamos “costureando” retazos de situaciones que, vistas desde mayor distancia y proyectadas hacia más lejos, nos inspirarían mejores soluciones.
Es típico de la política criolla creer que la vida se resuelve hoy sin ubicar un espacio de proyección y planificación, necesarios para que las conquistas sean más permanentes.