Una de las características menos recordadas, pero más visibles de la sociedad paraguaya es la omnipotencia con la que actuamos. Una sensación de supremacía que la ejercemos desde el peor lugar, desde la ignorancia. Esta particularidad se entiende cuando actuamos sin pensar en la consecuencia de lo que hacemos, con el agravante que ni siquiera nos importa el resultado de nuestros actos
No existe otra manera de justificar a quien llena el tanque del combustible de un solo vehículo con 3.000.000 de guaraníes. Sólo quien está convencido que puede engañar a todos con facilidad, se comporta de esa forma.
Si nos amparamos en los avances del conocimiento científico y la contundencia de los hechos, no se puede sostener otra verdad que concluya que el día tiene alrededor de 24 horas. Bajo ningún sentido es posible argumentar que la jornada llegue a 27, aunque aquí se llegó a pagar horas extras de trabajo equivalentes a ese tiempo.
Jamás imaginaron que una simple operación matemática los dejaría en evidencia. Aquél que está convencido de su omnipotencia desde la ignorancia puede recetar como solución para la papera un ungüento, en base a betún y otros elementos químicos, sin tener ningún soporte serio para hacerlo.
Que un niño de 11 meses haya sufrido lacerantes quemaduras en su cuello refuerza la teoría que la omnipotencia permea los diferentes estratos. Tanto el “médico” que recomienda el uso, como los padres que lo toman en cuenta, permitiendo que el niño haya empeorando su cuadro. Poco les interesó la víctima inocente de esta cadena de barbarie
Ejemplos de esta omnipotencia de la ignorancia se suceden en el país. Las soluciones son diversas de acuerdo a cada caso. Sin embargo, para atacar el problema de raíz debemos recurrir al origen, la educación. Si fortalecemos los sistemas educativos podremos combatir el desconocimiento, y sus derivados. Entre ellos, la negligencia, la corrupción y la maldita impunidad.