Llegamos al mes de las elecciones municipales y en menos de 15 días vamos a elegir a quiénes -para bien o para mal – administrarán nuestras ciudades. La oferta es muy amplia y cada uno tiene derecho a optar por la opción que más le parezca y el o los candidatos que considere. Algunos elegirán desde la emoción, otros desde la tradición, quien más quien menos desde la alternancia y seguro más de un indeciso se inclinará hacia la novedad o quizá el voto castigo, en esto uno nunca sabe.
Tanto nos ocupamos de los intendentables que dejamos de lado el combo de las concejalías donde nos encontramos con una oferta tan variada como recorrido de zoológico (y no precisamente de Asunción). Me animo a decir que después del último AAM tengo la certeza que ni siquiera el 20% sabe de la responsabilidad que asumiría en el caso de ser electo. La mayoría no entiende ni siquiera lo básico que implica el trabajo de concejal.
La democracia permite que todos tengan derecho a ser elegidos, pero a los electores nos genera casi la obligación de ver más allá de la linda carita y de entender que los baches, el tránsito caótico y sin medidas paliativas, el basural, las cloacas son directamente proporcionales a nuestra forma de elegir y no solo al intendente.
Estas candidaturas de fachada solo sirven para atraer votos hacia los partidos políticos que habiendo generado alto nivel de descrédito, buscan tapar con popularidad la falta de capacidad y tratan de engañarnos vendiendo una renovación que no es tal.
Que quede claro; no estoy diciendo que los outsiders no tengan que intervenir en política, estoy diciendo que si de 100 candidatos, 80 no saben las responsabilidades que implican los cargos por los que pugnan, solo sirven para la foto y para el voto confuso. En otras palabras son los cazabobos.
La malísima gestión de algunos políticos requiere el urgente castigo en las urnas, pero si ese castigo no viene de la mano de una alternancia que al menos conozca su función, es el famoso mboka garrotere.