A diferencia de otros años ahora cada vez se vuelve más difícil predecir con mucha antelación quién podría ser el candidato de cada partido a la Presidencia de la República. Cambiaron los tiempos de la política y los caudillos no son la niña bonita porque el liderazgo hoy por hoy se construye desde una perspectiva más colectiva.
Sin embargo, en nuestro país todavía “el 10 del equipo” sigue siendo relevante. Si miramos nuestra historia reciente vamos a encontrar a un Luis María Argaña como líder de reconciliación colorada en la ANR, a un Domingo Laíno en el PLRA y hasta a un Pedro Fadul en Patria Querida.
En otros países ese liderazgo colectivo se construyó como un proceso evolutivo, y en Paraguay a raíz del deterioro sufrido por los partidos tradicionales, no existe el líder natural ni el liderazgo en conjunto, como equipo.
Imagínense que ni siquiera la izquierda, que tiene a un número menor de adherentes puede consolidar su proyecto en base a “un 10” o a un plan consensuado. Hoy todos los partidos o movimientos tienen alguna fragmentación. La ANR al sector de Cartes y al de Mario Abdo, el PLRA al sector de Efraín y al de Blas Llano y la izquierda a Lugo y a Mario Ferreiro.
Pero lo más preocupante es qué puede ocurrir en el 2018 con fuerzas internas tan divididas. Una de las chances es juntar a liberales contrarios a la corriente de Efraín que junto al luguismo presenten un proyecto electoral. Sin programa de gobierno, sin un fin diferente a la simple intención de quedarse con la presidencia y el poder en general. La misma bolsa de gatos que terminó en tradición en el 2012 hoy se quiere vender como una alternativa.
Por otro lado, un Efraín que gobierna en base a imposiciones y una ANR que agoniza en una crisis bastante grave. Ante ese escenario, el país navega en piloto automático y el 2018 se vuelve incierto y poco alentador. Nadie sabe qué puede pasar, pero como viene la mano, nos espera un menú que mezcla amor, odio, traición y venganza en un mismo plato.