
Es un clásico en las escuelas de fútbol escuchar a los padres de los aspirantes decir “juega bien en cualquier puesto” cuando en realidad el hijo no tiene muy buenas condiciones para darle a la pelota. Muchos técnicos tienen esta frase como primer filtro a la hora de seleccionar a chicos para su plantel.
Pero como toda regla tiene su excepción este es el caso de un polivalente mediapunta que empezó jugando en Tacuary como zaguero central, puesto que aunque parecía el ideal terminó quedándole de contramano ya que en su último torneo con el club de barrio Jara convirtió 47 goles en total y casi la mitad de ellos de cabeza.
A los 10 años dejó la camiseta número 5 para pasar a las inferiores de Cerro Porteño y a los 16 años debutó en primera división. Una estadía corta en la principal categoría ya que al cumplir 18 años Sergio, “El Chico Díaz”, ya tenía asegurado su futuro nada más y nada menos que en el Real Madrid de España.
Verlo en el aeropuerto llorando, abrazando y despidiéndose de su familia fue emocionante; una imagen que resumió años de sacrificio donde incluso su padre tuvo que renunciar al trabajo para acompañar al chico a sus prácticas.
El fútbol le cambió la vida a Sergio y a toda su humilde familia. Más allá de lo económico, el formarse a los 18 años junto a Zidane, Cristiano Ronaldo y todas las principales figuras del mundo es algo que jamás podrá olvidar.
El nivel de madurez que puede conseguir alguien que a esa edad entrena al lado de los mejores del mundo paga absolutamente todos los años de sacrificio y de entrega. Alejarlo en la etapa más delicada de su formación de quienes pudieran aprovecharse de su éxito es sin dudas algo que va a marcar toda su vida.
Una historia de entrega y dedicación que vale la pena contar y destacar, un testimonio que tiene como base el apoyo de una familia que desde su humildad supo dar lo que el dinero no paga; el amor y el acompañamiento desinteresado hacia un niño que hoy es la joya más preciada del mejor club del mundo.