Paraguay es ese país desigual en el que los de la clase dominante pueden echarte de un lugar sin justificación, pero hasta con ayuda de los policías a quienes tienen de empleaditos custodiándoles sus eventos con gran despliegue.
Es lo que le hicieron a una familia trabajadora que asistió a un torneo intercolegial. Les arruinaron una jornada que debía terminar en festejo.
A Julio, apreciado escritor y periodista, le acusaron de robar su propio teléfono y aunque eso fue aclarado en el momento, ya no le dejaron entrar. Porque sí, nomás.
“La casa se reserva el derecho de admisión” le dijo el guardia. ¡Uf!, qué frasecita que les encanta repetir a los carentes de reflexión que pretenden que la propiedad privada esté por encima de todo lo demás que existe en el mundo.
Un local o institución se te puede negar la entrada si te presentás armado, cayendo de borracho o si ocasionaste alguna pelea, pero nunca discriminarte por tu apariencia, tu color de piel, pertenencia étnica, etc., ni por reclamar algún derecho. La mentalidad de los multimillonarios es así: ellos mandan y ellos te expulsan, en el campo y en la ciudad. Lo lamentable es que la fuerza pública, tan poco capacitada en derechos, siga siendo servil como en la época del tirano.