03 may. 2024

A Paraguay se lo lleva el raudal

@gabi_zbaez @gabi_zbaez

Con velas, linternas y escurridores; la mayoría ayer afrontamos los efectos de la enorme tormenta que desde la madrugada destelló un festival de relámpagos y rayos que no dejaban dormir. Como mínimo, más de uno quedó sin agua ni luz. Otros aguantaron cosas peores.

Un panorama casi post-apocalíptico se vio en varias zonas de la Capital, como si hubiésemos enfrentado el peor de los desastres. Árboles caídos, carteles y columnas por el piso, casas destechadas, arroyos desbordados, cráteres enormes en las calles y más.

Esto evidencia, una vez más, nuestras precariedades y limitaciones para enfrentar los desastres naturales. Por sobre todo, desnuda la ineficiencia, la pésima gestión y la inoperancia. Paraguay es el país en donde hay muertes por raudales, literalmente.

Uno no sabe si llegará sano y salvo a la otra orilla cuando, después de remangarse los pantalones y sacarse los zapatos, se arma de valor y decide cruzar un raudal. O lo lográs o te arrastra hasta quién sabe dónde.

Esta vez, le costó la vida a un bebé de apenas 40 días de vida. La mamá lo tenía en los brazos y, cuando uno de sus hermanitos se cayó, ella lo quiso salvar, pero el bebé se le resbaló. Corrió detrás del pequeño como si fuese que el mundo terminaba, pero ya no encontró más que su frazadita.

No fue todo. También un joven de 14 años dejó de existir mientras dormía, cuando el techo de su pieza se le vino encima. Son vidas truncadas por la ineficiencia de las autoridades que solo nos llenan de soluciones parches, no invierten lo suficiente en desagües, no se preocupan en reducir la contaminación de los arroyos, no planifican una estrategia idónea para la reubicación de los ribereños. Y no solo eso, sino que usan la poca plata que hay para, por ejemplo, pagar planilleros.

La lluvia en Paraguay nunca es anecdótica. Hace que cruzar la calle se vuelva un deporte extremo; manejar tu auto o moto, una acción temeraria; y dormir sin preocuparte, algo imposible. Empecemos a exigir y nosotros mismos a ayudar a mejorar, ¡cháke nos lleva el raudal!