Azucena Franco (21) soñaba con cargar a su primer hijo, pero ese sueño terminó en pesadilla en el Hospital Regional de Caacupé, donde, según denunció, enfermeros no soltaron su celular para atenderla y su bebé murió en el parto.
La joven hizo todos sus controles prenatales hasta las 28 semanas en el Centro de Salud de Itacurubí de la Cordillera, al que había ido confiando en sus profesionales. Sin embargo, decidió cambiar de lugar luego de que una obstetra supuestamente la maltratara.
En un hospital de San José de los Arroyos, una profesional detectó síntomas de preeclampsia (hipertensión en el embarazo) que no habían sido detectados antes y la derivó al Hospital Regional de Caacupé. Ahí empezó su verdadera pesadilla.
Luego de 12 horas de espera y con 38 semanas de embarazo, Azucena fue atendida e internada para estudios. Su mamá pidió que la revisaran, pero el personal se burló y minimizó sus molestias, queriendo darla de alta rápido pese a sus fuertes dolores.
“Lo que más me marcó fue cuando me dijeron que si demasiado me quería quedar, que podíamos buscar algún hospedaje o quedarnos por la calle”, recordó Azucena.
Negligencia
El 22 de junio volvió a atenderse en el hospital de Itacurubí ya con 40 semanas y tres centímetros de dilatación. De allí la trasladaron otra vez a Caacupé y, en la ambulancia, empezó a sentir la lengua dura y dificultad para hablar, pero dijo que estaba bien para no preocupar a su familia.
La obstetra que la acompañaba le dijo que su trabajo terminaba ahí y la dejó al cuidado de otros.
“Con toda la calma del mundo manipulaban sus celulares y se dieron el lujo de hacer bromas”, contó.
Solo cuando avisó que veía borroso y se desvaneció, reaccionaron y la prepararon para anestesia.
Triste noticia
Su hijo Esteban nació por cesárea, pero no lloró. Los médicos se lo llevaron y diez minutos después le dieron la peor noticia sin ningún tacto.
“Yo, aún con los efectos de la anestesia, no entendía bien lo que pasaba, pero mi instinto maternal hizo que llorara. Una de las enfermeras que me estaba suturando me dijo que esperara a que termine para desahogarme después”, contó a EXTRA
Aunque en el acta de defunción figura “asfixia prenatal”, Azucena asegura que su bebé se movía y tenía latidos hasta el último momento.
Mientras estaba vulnerable, le hicieron firmar un documento que hasta ahora no sabe qué era y de su carpeta desaparecieron estudios que ella llevaba.
Exige justicia
Azucena contó que al principio no se animó a hacer la denuncia formal por todo lo que pasó, pero que ahora quiere que nadie más tenga que pasar por lo mismo.
“Cuántas familias y madres no estarían sufriendo la pérdida de un hijo si los profesionales actuaran a tiempo, y lamentablemente seguro que seguirá pasando”, dijo.
A pesar de todo el dolor, ella trata de seguir adelante.
“Hoy tengo un angelito que me da fuerzas y la protección de Dios, y aunque no entiendo muy bien sus planes y mi corazón está hecho pedazos, decido confiar en él”, cerró.