Pura emoción: Compatriotas se reencuentran en el aeropuerto Silvio Pettirossi

Es Fin de Año y el aeropuerto Silvio Pettirossi deja de ser solo un lugar de paso. Se convierte en escenario. En sala de arribos no hay apuro: hay esperanza.

Las pantallas anuncian vuelos desde España y con cada puerta que se abre, entra algo más que pasajeros: entra el reencuentro.

Llegan compatriotas de España con el acento apenas cambiado y la valija cargada de historias y el techaga’u por fin desaparece. Algunos traen regalos envueltos con cuidado; otros, solo una mochila y muchas ganas de abrazar. Vienen de pasar inviernos largos a un verano intenso como el nuestro, pero en una tierra conocida.

Apenas cruzan migraciones, buscan con la mirada a esos rostros conocidos, soñados por quién sabe cuánto tiempo. Siempre hay alguien esperando: una madre que no se mueve de detrás de la cinta, un hermano que graba con el celular, una abuela que reconoce antes que nadie. Un papá que da la bendición a su hija y llora de la emoción.

Como la escena que captó NPY, la emoción de un padre que recibió con los brazos abierto y de la emoción vitoreó a nuestra raza guaraní. Y no es para menos, millones de compatriotas se encuentran lejos de sus terruños y luchan cada día para tener un futuro mejor.

El Silvio Pettirossi en diciembre huele a emoción. Hay risas que explotan sin aviso, llantos breves y sinceros, palmadas en la espalda que dicen más que las palabras. El tiempo pasó, pero no importa. Por unos días, la distancia se toma vacaciones.

Afuera esperan los micros de siempre, el calor, el tereré y las preguntas que se repiten: cómo es la vida allá, si vale la pena, “cuándo pensás volver”.