El profesor Juan Martínez, de Villa Elisa, al igual que todos sus colegas dejó de ir a enseñar, pero el trabajo se le duplicó en la casa, ya que las clases virtuales requieren otro tipo de preparación y de acompañamiento a los alumnos.
Sin embargo, le encuentra el lado positivo a la situación: Tiene más tiempo para organizarse y ahorra en movilidad y otros gastos.
Pensando en lo que no gasta, decidió guardar esa platita cada mes y entregarle a alguna familia de la comunidad educativa que esté pasando por un momento difícil. “Los alumnos me pueden decir quién es el que necesita y yo veo a quién donar, porque no es mucho dinero”, dijo. Esto sería todo lo que dure la suspensión de las clases.
“Espero que alguien más se sume a la iniciativa, y que al menos seamos dos”, expresó el docente, que enseña psicología y filosofía a los estudiantes secundarios.
Tiene unos 1.000 alumnos en los colegios Rosa Agustina Fariña, Emilio Johannsen y Mbocayaty. “Extraño el sarambí de las clases”, expresó.